miércoles, 31 de enero de 2018

CARTA ABIERTA A TODOS LOS INDECISOS


Carta abierta a todos los indecisos


Quien les escribe comprende sus sentimientos de indecisión porque yo mismo estuve bregando con el dilema de no saber por quién votar e incluso pensé seriamente en abstenerme. Ahora deseo compartir respetuosamente con todos ustedes, hombres y mujeres de mi patria, el porqué estoy con Carlos Alvarado y el porqué pienso que él es la persona indicada para investirse de la banda presidencial. Pero antes haré un corto recuento histórico para poder entender el momento actual.


Lo que formalmente se instituyó con la Constitución Política de 1949, presagiado con el portento de las conquistas de la clase trabajadora a principios de la década de los 40 del siglo pasado, que fue nuestro Estado Social de Derecho, ya no existe como proyecto nacional histórico, es decir, como columna vertebral de un norte acordado por las fuerzas sociales emergentes consensuado de manera tácita o explícita. Con el ascenso del neoliberalismo en 1982 hasta la fecha, la tónica de la gobernanza se ha caracterizado por el desmantelamiento de las conquistas sociales y de la posibilidad que tuvieron capas de nuestro pueblo para ascender en las jerarquías de nuestro entramado social.


Conviene abrir los ojos porque lo apuntado existe ahora como un mero reflejo de un pasado político que es imposible replicar. Lo que queda en pie de la II República son las sombras de su mejor época, de ninguna manera idílica, pero suficiente para haber instaurado un hilo conductor de gobernabilidad y de sanas expectativas de movilidad o ascenso social. Pero la corrupción se ha interpuesto a media tirada de la vereda y la mirada se nos dificulta más allá de sus linderos. 40 años de corrupción y de injusticia social ya son suficientes. La república de las grandes mayorías debe ensancharse a su paso frente a la  república de unos pocos.


Justicia es decir que la administración Solís Rivera  se ha esforzado por enmendar la criminal negligencia del pasado sin ser dicho esfuerzo suficiente.  Nadando contra corriente el presidente Solís entrega un mejor país del que recibió. No obstante ello, para el costarricense promedio el asunto público sigue siendo una causa perdida, inmerecedora de toda estima y respeto, porque el asunto público se ha convertido en una cueva de ladrones sin dolores de conciencia.  Y tiene razón; sin embargo, no tiene razón el pueblo cuando se acobarda y se resigna.  No es prudente llevar a la presidencia al autoritario demagogo, al prestidigitador religioso y  al corrupto de tradición. Costa Rica merece mejor suerte y requiere de nuestros mejores juicios y decisiones.


La implosión del caso del “cementazo” sirvió de válvula de escape a los rencores acumulados por décadas en el corazón del  pueblo; escape hecho de ira e indignación. Lo comprendo. Yo soy y he sido parte de dicho sentimiento. Decidí, sin embargo, no acobardarme ni resignarme.  Decidí calmar mi cabeza, decidí enfocar mi atención y con serenidad de corazón analizar no solamente los árboles, sino también los colores del bosque.  No pude permitir que la tormenta cegara mis ojos ni que me arrodillara ante tanto oleaje bravucón. Y es en esta travesía desafiante en la que me decido apoyar a Carlos Alvarado.


Carlos Alvarado cree en la movilidad social, en la movilidad para arriba y no para abajo, porque la movilidad social de la que bien gozamos en la década del 70, se fue desdibujando imparable desde 1982. Carlos entiende que para reactivar la movilidad social hay que crear empleo, inversión, y que para ello es obligatorio también invertir en educación y salud, en infraestructura y tecnología. Estamos hablando de un todo interconectado entre sí, hablamos de metas que deben construirse con persistencia y con una visión de país para los próximos 25 años. Como verá, usted, amigo indeciso, la visión de Carlos no es demagógica ni populista. Además, Carlos sería el  presidente de todos, absolutamente todos los costarricenses y al abrigo de una democracia emprendedora justamente para todos y todas. La primera victoria es electoral y la otra gran victoria se construye desde el poder, que es un poder que se necesita para construir la Costa Rica de los próximos 25 años. Hay que construir desde el poder una Costa Rica próspera donde todos quepan en igualdad de dignidad.


Pero nadie mejor que Carlos  para dirigir un proyecto donde ningún partido político tendrá una mayoría en la Asamblea Legislativa.  Carlos en la presidencia sería garantía de autocontrol, equilibrio y sensatez. Hay que tener de natural las cualidades dichas para navegar en los inhóspitos canales de la labor parlamentaria, labor que requiere de un estilo de personalidad que no sea  provocadora, que no sea impulsiva y menos que sea pendenciera.  Carlos no es un iluminado o un profeta que haya dicho que posee la verdad absoluta en los asuntos públicos; su humildad tiene fundamento en su estudio, en su capacidad innata para dialogar y  para concertar acuerdos. No es un hombre del “todo o nada”. Su innata condición de líder se demuestra con su aplomo, su don de gente y su decoro reflexivo.


Hay tantas tareas, responsabilidades y cosas que nos rodean que es importante entender a fondo qué es una prioridad, porque más vale poco y bien tenido que mucho y mal atendido. Y en ello, mi candidato, y espero que el suyo también lo sea, es una persona ordenada que sabe poner en su lugar  las bases de primero antes que las columnas.


La Costa Rica que merecemos no se construye en 4 u 8 años, porque es una labor tesonera de varias generaciones guiadas por un mismo espíritu de servicio. Carlos es honesto y no promete el cielo y la tierra, pero sí un camino por donde seguir transitando la hazaña de construir la Costa Rica del siglo XXI. En fin, al amigo indeciso, a la amiga indecisa, los insto con mucho calor humano para que elijan a Carlos Alvarado presidente, la mejor decision que la inteligencia y el amor por Costa Rica nos puede dictar.

https://www.elpais.cr/2018/01/31/carta-abierta-a-todos-los-indecisos/

lunes, 29 de enero de 2018

CARTA ABIERTA A CARLOS ALVARADO


Estimado Carlos:
Le escribo respetuosamente en mi condición de ciudadano independiente y quien desde 1978 ha depositado su voto responsablemente en cada campaña electoral.  Al correr de los años he visto muchas cosas y me fui acostumbrando a razonar mi voto con cuidado, con prudencia y mesura. Hace cuatro años voté por don Luis Guillermo Solís y no me arrepiento; el ha sido un buen presidente y de ello habla su empeño y su obra. Siéntase usted orgulloso de haber sido su ministro.


En estas elecciones voy a votar por usted. Y lo haré con mucha esperanza.  No será de ninguna manera un voto insípido por el menos malo; será un voto por el mejor, el mejor en todo. Lo congratulo honestamente. Felicitarlo es mucho decir para mí,  pues si hay alguien tosco o hasta agrio con los políticos, ese soy yo. El movimiento electoral que usted encabeza lo considero una energía, un sentimiento y un proyecto democrático. No se trata de endilgarle a usted sustantivos bonitos y sonoros, sino de subrayar el extraordinario potencial humano que existe entre los sectores medios y profesionales de nuestra patria. Usted es un hijo de dicho potencial humano.  Usted es un caballero inteligente, preparado, sensible y que goza de las portentosas energías que le otorga su edad.  Ocurre que usted no es solo eso. Usted representa un sentimiento colectivo democrático, abierto a lo mejor del mundo, una visión de tolerancia y libertad tanto como un genuino deseo de justicia para todos y para todas. Porque si hemos de convivir en esta nación, lo debemos hacer en paz, en libertad, y con un apegado respeto a la naturaleza diversa de nuestra sociedad.


La coyuntura electoral actual no es fácil; enfrentamos una ola de conservadurismo social que a mi juicio juicio es inconveniente. Esta reacción viene precedida por casi cuatro décadas de neoliberalismo atroz, frente al cual el costarricense ha sido estoico y lento en corregir.  En su desesperación, una parte muy significativa de la población coquetea con el integrismo religioso, el populismo autoritario y con la corruptela de tradición. Estos tres jinetes deben ser vencidos, por el bien de la democracia, en buena lid, pacíficamente y con sólidos argumentos. Esto último no lo mencioné en un sentido abstracto o pintoresco, lo hice porque hoy en medio de tanto nihilismo y descomposición social,  el sistema democrático de convivencia que nos cobija se encuentra gravemente amenazado, inclusive más allá de estas elecciones.


Apelo a todos los independientes e indecisos a que vislumbren a tiempo la peligrosa encrucijada en la que se encuentra el país ahora mismo, y tomen el derrotero correcto de apoyarlo a usted ante tanta amenaza conservadora y demagógica. El apoyo que con cariño le extiendo no es, por supuesto, un cheque en blanco, ni tiene como objetivo idealizar su humanidad o vestirla de santa. Los tiempos aquellos de  “mesiánicos e iluminados políticos” son hoy historia y casi sin excepción un mal recuerdo. Le toca a usted, Carlos, como persona, con la sencillez que lo caracteriza, unir a esta nación con una visión democrática universal, es decir, con una en la que nadie se encuentre obligado a perecer por falta de techo, comida y salud.  Por otra parte, la modestia, la sobriedad en el vivir, debe ser expuesta como suprema virtud en el discurso ciudadano. Hace falta. Le pido que lo predique y lo practique.  La modestia no incomoda cuando en lo social hay justicia y tampoco riñe con  nuestras posibilidades materiales limitadas como pueblo. Un síntoma pernicioso en cualquier sociedad es la corrupción y la ostentación, el uso de la religion para enriquecerse, porque el germen de mucho mal nace de la codicia, del dinero fácil y del narcisismo que anida en la ostentación. Y  si de moral social hay que hablar, hablemos de la inconveniencia de la ostentacion, de ese disparate de lujos dantescos que no pocas veces ha salido de la costilla del erario público y que lastima al pueblo. La lujuria por los excesos materiales de la que ha hecho gala cierta oligarquía y sus corifeos en el Estado, debe acabarse en lo público y como ejemplo a emular por el pueblo. Nuestra moral es otra y se basa en la modestia del empresario visionario, en la honradez del servidor público y en el despliegue creativo de los trabajadores.


¿Cómo justificar que el 0.1 % de la población consuma casi el 10% del presupuesto nacional para pagar la idílica odisea de los pensionados de lujo?  Ha sido necesario que a raíz del emblema crediticio de un banco, se haya producido una catarsis inevitable en el país, eso sí, con el inconveniente catastrófico menos visto, cual es el trepidante desmembramiento del orden emocional y ético de una hastiada ciudadanía.


Lo apoyo, Carlos,  para que no quite su mirada en los más pobres, para que los escuche, para que les converse en términos de ellos y emprenda junto a ellos la concreción de soluciones sostenibles en el tiempo. Nuestro pueblo, el más humilde, no es caridad lo que necesita sino mucha inversión pública en salud, vivienda y educación.  Y como en el capitalismo nada es gratis, hay que buscar la inversión necesaria para crear fuentes de trabajo, pero no al precio de permitir que existan empresas que violenten el derecho al  salario mínimo y a la organización.


Lo felicito por matricularse con los sueños legítimos de una juventud que aspira a no ser burócrata sino emprendedora, crítica y creadora de su propio sustento y de sus fuentes de trabajo. Este sueño de los jóvenes costarricenses contrasta con el egoísmo neoliberal de circunscribir para unos cuantos plutócratas la legítima aspiración democrática de ser empresario. Porque nuestra juventud no puede ni debe estar en el aparato burocrático del Estado. Hay que decirle al joven que se puede ser empresario y que se puede ser honesto; hay que decirle que la rectitud de carácter y una visión honesta de la vida no debe reñir las ansias de renovar y emprender.  Hay que decirle, finalmente, que el empresario honesto no tiene porque andar comprando los favores de los bancos ni de los políticos de turno. Carlos, usted ha demostrado creer en lo que digo y por eso lo apoyo. A mis compatriotas indecisos les ruego que dejen la duda atrás y nos acompañen camino a la victoria. Costa Rica lo merece.


Finalmente, Carlos, en lo que queda de campaña, cuando todavía hay un millón de votos en disputa, le aconsejo respetuosamente que enfile sus esfuerzos invocando la esperanza entre los sectores que menos tienen, sin demagogia ni populismo, pero en el claro entendido que sin los trabajadores pobres de las comunidades urbanas y rurales es imposible levantar las columnas de una nueva y pujante democracia, así como las de la victoria que hoy se busca. Los votos que faltan se encuentran ahí. La gente PAC debe erguirse como el sentimiento unificador no sectario del país, como la opción de todas y todos, como el movimiento que pone de primero la unidad nacional y el diálogo para resolver cualquier diferencia. Se trata de cantar “todas las voces todas” de tal forma que se convierta ella en el mantra de los últimos días de ajetreo electoral, en la sinergia convocante. La victoria es posible porque hay todo un espacio para avanzar de manera realista; la victoria es posible porque la gente PAC tiene la voluntad y el músculo para llegar victoriosa a la meta.


Dicho lo anterior, le reitero, Carlos, mi sesudo apoyo para que se convierta en nuestro próximo presidente por representar usted una energía, un sentimiento y una esperanza social. Que la modestia siga siendo su norte y que la derrota de la miseria sea nuestra lucha común.


Sinceramente,

domingo, 28 de enero de 2018

“MARXISMO CULTURAL” E “IDEOLOGÍA DE GÉNERO”

Lo que mejor se entiende es que el llamado “marxismo cultural” y la “ideología de género” son modas narrativas que entran en la categoría de “teorías” conspirativas, ese tipo de elucubración fantasiosa de la que hace gala “Fox News” o el señor Rush Limbaugh, solamente para citar dos fuentes muy conocidas que hay que soportar en la tierra de Lincoln.
En círculos ultraconservadores estadounidenses y europeos, se ha dicho que las demandas democráticas en materia de género, diversidad sexual y feminismo es obra de la “todopoderosa infiltración judeo-marxista en el Occidente cristiano”, palabras textuales de uno de sus apologetas. La afirmación no tienen ningún sentido de realidad. Las demandas de las comunidades LGBTQ nacieron en Occidente al amparo de sociedades democráticas y altamente industrializadas y para nada bajo la égida del socialismo conocido como real.

En las dictaduras comunistas siempre se privilegió autoritariamente la familia tradicional y se consideró, por ejemplo, la homosexualidad como una desviación pequeño burguesa o una insolencia burguesa contra natura. La luchas de los colectivos LGBTQ han sido inspiradas por sus pares de los países capitalistas desarrollados. Inicialmente dichos esfuerzos en nuestro medio fueron sostenidos por algunos sectores alternativos de la izquierda no moscovita o prochina. Porque a decir verdad si algo tuvieron en común “evangélicos” y estalinistas fue una profunda aversión hacia la diversidad sexual. El marxismo no ha sido nunca un campeón de una sexualidad libre por más que se cite a Alexandra Kollontai que fue una excepción.
Los tiempos cambian. La lucha política por obtener iguales derechos sin discriminación por orientación sexual, ya no es asunto de unas cuantas personas, sino que se va extendiendo a pesar de las dificultades que se encuentren en el camino. Las demandas han sido recogidas por amplios sectores del PAC y como más uniformidad por la izquierda socialdemócrata del FA y, con consecuencia, por VAMOS. Finalmente, recapitulo diciendo que eso del “marxismo cultural” o eso de la “ideología de género” es pura inventiva o alucinación.

LA TRAICIÓN DE MADURO

Yo no puedo tapar el sol con un dedo, no puedo seguir adherido a la cantaleta de mentiras desvergonzadas del régimen de Maduro. No es fácil despedirse de un gran y noble sueño. La revolución bolivariana fue mi amor y mi esperanza para América Latina. Murió el Comandante Chávez y con él su revolución, la más cercana al espíritu evangélico de Jesús.
No puedo seguir callando, mis amigos, aunque duela y cause estupor, aunque sangre y en otros cause indignación. Las contradicciones entre el imperialismo y el régimen de Maduro, no convierten a este último en una esencia buena o deseable. Tampoco el cinismo de Maduro transforma la esencia fascista de la ex MUD. Venezuela, su pueblo, está atrapada por una turbulencia esquizofrénica. Se me podrá defenestrar, se me podrá injuriar o se me podrá acusar de reaccionario; no importa, mi compromiso ha sido y seguirá siendo con la honestidad intelectual. Esa es mi izquierda.
Si hay algo que cabe en la categoría de verdades es la siguiente: la revolución del Comandante Chávez ya no existe, la revolución bolivariana se la tragó la tierra hasta su último rincón, ni sus cenizas han quedado. El gobierno no es otra cosa que la expresión de una oligarquía roja que nada, pero nada, tiene de socialista y que lo tiene todo, pero todo, de dictadura capitalista; es la fanfarria dantesca del secuestro de toda una nación. Cuidado no muera Maduro en el intento de su reelección y en la hoguera de un pueblo que se consume de hambre y de enfermedad.
Rafael Ramírez y Luisa Ortega han saltado del bote para salvar sus vidas, pero él y ella no son sino evidencia de la profunda corrupción que desde hace años viene enquistada en el bando oficial y en el opositor. La generosidad inconmensurable del presidente Chávez solamente pudo pagarse con su presencia y los altos precios del petróleo. Grave error de este hombre bueno y visionario, hijo legítimo de Cristo, quien no pudo aprender de Cuba que la dependencia en un solo producto es sinónimo de rehén; si Cuba socialista sobrevivió a duras penas fue porque se convirtió en satélite de la ex Unión Soviética. Mientras la Cuba de Fidel admitió consistencia y holgura moral, la Venezuela de Maduro no tiene ninguna.
¿Cómo en la razón cabe que se tenga al día la astronómica deuda con los acreedores e inversores capitalistas extranjeros, mientras el pueblo perece en la miseria?. Bien haría el pueblo venezolano en tomar el poder y en administrar él directamente, sin intermediarios, la riqueza fruto de ese mismo pueblo. Si se ha de perecer sea por lo propio y no por lo ajeno de los tiranos, si se ha de perecer sea por una propia verdad y no por las mentiras de los plutócratas, si se ha de perecer sea por un pan propio y no por los manjares de los voraces glotones de palacio. ¿Por qué con el carné de la patria se controla y humilla al pueblo por unas cuantas lentejas? La insurrección revolucionaria se encuentra a la orden día, solo ocupa darle forma, lugar y fecha.
Los de la ex MUD ahora negocian con Maduro en cómo repartirse el saqueo. No les deseo buena suerte a los tiranos en sus conciliábulos; la ira del pueblo se acumula y no sé si esta vez puedan salvar sus cabezas. El panorama es insostenible y desolador. Venezuela retrocede mientras Cuba prepara su transición hacia la democracia, asunto que va con cautela ante el inesperado arribo del irracional Trump. Saludo a Cuba y lloro por Venezuela.
La noticia de que Maduro se encuentra listo para ser reelegido, solamente indica lo bien que anda el despojo de los bienes públicos para su grupo y para la ex MUD. El amanecer de Venezuela será 50 años atrás y ello es una lección triste que los costarricenses debemos aprender, sobre todo, ahora en tan difícil coyuntura política. El populismo no tiene color político e ideológico per se, puede llegar de cualquier dirección y, por lo mismo, los costarricenses debemos educarnos mejor para ubicarlo e identificarlo con acierto.
Invoco con respeto la memoria del Comandante Hugo Chávez Frías, como a ese símbolo continental de amor y solidaridad, que en este momento aciago para Venezuela habría enarbolado las banderas de la libertad en contra de un régimen disoluto y hambreador.

jueves, 25 de enero de 2018

LA LLUVIA

UN POEMA DE NIŃO
(Me encontré este poemita perdido y que escribí a mis 11 años).
LA LLUVIA
Cuando llueve y llueve mucho
la gente me pregunta porqué me gusta.
Yo les contesto: es que espero a los que nunca llegan.
En cambio, la lluvia, no tiene miedo, llega cuando sé que llega.
Toda me empapa y alegría siento.
Cuando llueve y llueve mucho
me siento acompañado.
junto a las nubes grises del cielo.

EL REY HABLÓ

Dijo no abandonar a los catalanes frente a la represión cuando de hecho fueron abandonados y después el abandono fue mayor cuando el gobierno de Madrid celebró la brutalidad policial. En la Moncloa no se ha dejado escuchar un suspiro de arrepentimiento o de mea culpa. El Rey mencionó la Constitución y el Estado de Derecho pero no se refirió un segundo, nada, al alma herida del pueblo catalán, a la humillación sufrida con el salvaje actuar de las fuerzas policiales nacionales.
El discurso del monarca fue bien escrito, esmerado, pulcro y sobrio. Sin embargo, pasa con los políticos que detrás de sus lustres palabras se esconden las flores del mal.
Su majestad no quiere recordar ni aprender de las espantosas experiencias de la Europa reciente, léase la tragedia de los Balcanes. Sugiero que la regla principal a tener en cuenta -sobre todo allí donde existan regiones autónomas en el marco de un Estado plurinacional- es que lo jurídico va de la mano con lo político y ambos aspectos son complejos y controversiales. Milosevic tuvo muchas y muy buenas razones constitucionales para demandar la unidad de Yugoslavia y tuvo, a su vez, las peores respuestas de Estado en contra de las naciones que lucharon por sus independencias. La respuesta de Rajoy fue, en el caso que nos ocupa, bastante miserable.
Lo que es claro es que tanto Rajoy como don Felipe encontraron su moral exclusivamente basadas en las coordenadas jurídicas de por sí discutibles. En lo político, Rajoy es un desastre para el Rey pues ha puesto la cuestión de la independencia de Cataluña en la mesa de la opinión pública mundial. Nada, absolutamente nada, ganó Rajoy con la represión. Tampoco el sesudo don Felipe VI. Su discurso dejó en claro que los intereses de la Corona no son los mismos de Cataluña. Su aporte político es negativo porque su narrativa tiene el tinte grave de España contra Cataluña. El mundo está de bodas con Cataluña, ama su causa democrática y denuncia la brutalidad policial. Rajoy ha perdido en grande por el momento.
En el fondo, el gran “error” de este buen discurso, es que una parte fue dirigida a los catalanes y otra a los españoles por más esfuerzo verbal hecho para disimular el punto. Otro “error”: el Rey dejó ir la oportunidad para disculparse en nombre del Estado español con el pueblo catalán, lo cual hubiera producido una distensión en el ambiente político. Pero no. El Rey está atrapado por el PP. Disculparse es desautorizar a Rajoy y ello contraviene los intereses de la Corona. En el fondo, el Rey también defiende sus intereses de familia. Ningún soberano existe en abstracto. No existe rey sin paga.
El Rey, la verdad, salió en defensa del gobierno de Rajoy al punto de no apuntarle ningún error para decir que todas las culpas recaen sobre los dirigentes políticos catalanes. Un simplismo de factura mayor. El Rey no tuvo la gentileza de abonar méritos al pueblo catalán, a los miles de miles que han salido a las calles, para expresarse de manera pacífica y responsable.
¿Importan los más de 800 heridos? ¿ Importa la ausencia de diálogo de Rajoy? No lo parece. Ni de lejos fueron mencionadas estas obligadas preguntas. Juzguen los pueblos el discurso de la Corona sobre todo por lo que NO dijo y probablemente se concluya de que Felipe VI no es el rey de todos los españoles. Poco a poco va llegando la hora de la república.

LO QUE EL CANCILLER GONZÁLEZ NO DIJO

Nuestro canciller, don Manuel González Sanz, en su último discurso ante la OEA y en relación con la aplicación de la Carta Interamericana Democrática a Venezuela, dijo lo siguiente: "Costa Rica insiste una vez más en un llamado a la paz y a la concreción de un acuerdo nacional, incluyente, viable y negociado, en el que todos los actores políticos, sociales y económicos de ese país, trabajen sin pausa y de inmediato, para devolverle la estabilidad, la tranquilidad y la esperanza a su pueblo”. Bueno, nadie en su sano juicio puede oponerse a estas aseveraciones. El problema es otro porque el frio no está en las cobijas. Debe saberse que la aplicación o no de la CID es una decisión politica con base en valoraciones políticas. Ese es el terreno del debate.
Sirvan las palabras del canciller como ilustración de lo que no se dice y de lo que Luis Almagro no dice. Existe en la OEA un silencio cómplice en relación con una las partes en conflicto; me refiero a la dirigencia de la MUD que controla la Asamblea Nacional. No podemos "quedar en deuda" con la sociedad, usando la misma expresión del canciller, cuando no se entiende o no se quiere entender la integralidad del "diferendo", para decirlo bonito.
He expresado por escrito que la paz y la gobernanza son requisitos sine qua nom para que una democracia prospere o revierta una situación de crisis, sin embargo, el hilo narrativo se distorsiona con silencios inadmisibles, y es inadmisible cuando una valoración politica no es justa en equidad y proporcionalidad, cuando hace caso omiso de la responsabilidad de todas las partes.
¿Qué es lo que no se dice? De entrada es absurdo exigirle al Ejecutivo de Venezuela absolutamente todo y nada, pero nada, a la MUD que controla uno de los poderes del Estado. ¿Olvida, acaso, el señor ministro, que la Asamblea Nacional tiene una responsabilidad que cumplir y no la cumple y, más bien, organiza a sus cargos electos para asaltar el poder de forma violenta, como lo están haciendo? ¿Por qué nuestro ministro no le pidió a la MUD pacificarse y disolver sus grupos de choque? Ahí está el "detalle".
Y es que la normativa invocada y expuesta en los artículos 20 y 21 debe complementarse necesariamente con el tino politico y con el juicio más cercano a la justicia ¿Por qué tanta asimetría? ¿Tanto doble rasero? Es que desaparecer a la MUD del mapa de responsabilidades ya acarrea un vicio moral y politico. Y este hecho descarrila la legitimidad político-moral de la OEA e invita a dudar gravemente sobre la buena fe de los 18 votos que autorizaron un procedimiento con una intención inconfesable.
Pasar por alto las tácticas terroristas de la MUD es vergonzoso. ¿Dónde se encuentra el ahogado grito en contra del terrorismo? El canciller pide diálogo, pero es la MUD la que no lo quiere. Sino que le pregunte al mismísimo José Luis Rodríguez Zapatero, al papa Francisco o a Leonel Fernández, para citar unos nombres.
De Costa Rica se espera que luche por la paz, que defienda la paz. Nadie le pide al gobierno nacional que sea amigo del presidente Maduro, pero cabe exigirle decoro diplomático en favor de la paz. Costa Rica perdió una oportunidad para enaltecer su política exterior; perdió la ocasión para ser una sólida voz de la paz.

LECTURA PARA UN DIA DESPUES DE LAS ELECCIONES


Hay ánimas y hasta pueblos que imploran una rítmica dejadez, como de propio es ese súbito y mal fundado desdén que ahorca al filósofo en una plaza vacía, donde ruega él en su extracto de ahorcado al gobernante precisar las alegorías de una palabra empeñada y la tropelía de otra incumplida. Muerto el filósofo queda el poeta, o sea, la metáfora del filósofo que reclama al igual que su mentor un derecho de réplica.  


El hombre sobre el oro muere tanto como muerde el polvo, finge no ser y finge no estar, y sus adeptos lo ven hablar que anda absorto en las nubes sin darse cuenta él que su balbuceante pantomima lo desnuda de cuerpo entero. ¿Cómo justificar que el 0.1 % de la población consuma el 10% del presupuesto nacional para pagar la idílica odisea de los pensionados de lujo?   Yo no sé cómo hace el político para seguir conjugando imágenes alteradas y sin el cordón umbilical  que le permitía leer la abultada geografia de sus gollerías y desverguenzas. Que necesario es que a raíz del emblema crediticio de un banco, se haya producido una catarsis inevitable en el país, eso sí con el inconveniente catastrófico menos visto, cual es el trepidante desmembramiento del orden emocional de la lingüística, la estética y la ética. Esta es la multitud de lo inverosímil que, sin embargo, ocurre y ocurre ahora  mismo.


Recordemos que el tipo asesinado en la plaza vacía es el filósofo que encuentra en el poeta a su más eximia metáfora sea  desde la palabra, sea desde la piedra y el mármol, sea desde el pincel y la paleta, sea desde la excelsa música o de cuanto proyecto de arte se explore. Una televisora y un medio impreso se ha autonombrado en el césar imperial de un circo que impune quiere entretenernos con un fraude y un horrible espectáculo. Qué es esto sino tiranía, qué es esto sino simulacro, qué es esto sino repugnancia hacia el pueblo y hacia sus libertades. Que ni un tribuno más se siente en los palcos, que ni un plebeyo más aplauda a sus verdugos.


Nadie desembarca en esta vida ayuno de significado ni irrumpe ileso de destino; se es y se está para dialogar con las estrellas y besar la rojiza tierra, para decirle “hola” al vecino con una sensación de serena holgura y para aguardar la noche en la noche. No solamente es  el despojo material de la hacienda pública lo que al pueblo mortifica, también es el secuestro a quemarropa de su integridad emocional y de su plasticidad discursiva. La rebeldía es el elixir de las diosas que al pueblo concede ánima y músculo; es rosa incendiada y turbulencia reveladora. ¿Quién mejor que la juventud?


Hay que matricularse con los sueños legítimos de una juventud que aspira a no ser burócrata sino emprendedora, crítica y creadora de su propio sustento y de sus fuentes de trabajo. Este sueño de los jóvenes costarricenses contrasta con el egoísmo neoliberal, contrario a la iniciativa privada democrática, es decir, de todo el pueblo.  Todavia esta vigente aquella máxima de don Pepe: “yo no quiero una nación de proletarios sino de propietarios”.


Nuestros jóvenes ahora interactúan con el mundo y desean ser parte de dicho mundo empresarial e innovativo. Ese es el hecho y mal se haría  en pasar juicios moralizantes sobre ello.  Porque nuestra juventud no puede ni debe estar en el aparato burocrático del Estado.  Hay que decirle al joven que se puede ser empresario y que se puede ser honesto; hay que decirle que la rectitud de carácter y una visión honesta de la vida no debe reñir con las ansias de renovar y emprender.  Hay que decirle, finalmente, que el empresario honesto no tiene porque andar comprando los favores de los bancos ni de los políticos de turno.   


Pero el asunto no queda ahí.  Nuestra juventud se encuentra dispuesta a democratizar los valores morales de nuestra sociedad, se encuentra lista para desafiar los valores reaccionarios del viejo orden en materia de sexualidad y diversidad.  Nuestra juventud no vive en un globo aislado; todo lo escucha, todo lo ve. Y la razón  les dice que cada persona tiene derecho a vivir su vida a con la mayor libertad y la mayor armonía de derechos y deberes. Que los desafíos sociales de ahora y del futuro solamente se resuelven inscritos en la crónica perenne de la libertad.  La libertad es la fuerza creadora, suprema, de cuanta página se ha escrito en la historia de la humanidad.


Irrita que en los últimos 30 años nos hayan ido derrumbando, de a poco, todo ese andamiaje de alfabetos inaprensibles y paradojales, reales y no raramente explícitos,  energías conectoras de un sinfín de arterias que le dieron vida a una plaza común y al gratuito mercado de las ideas y del ser costarricense. Daba gusto disfrutar una oración bien dicha, terminada con un certero punto, dispuesta a avanzar hacia un verosímil silencio, cual si fuera un paréntesis, para degustar la ingesta de zumos verbales con sentido de realidad y de realidad viviente. No raramente implícitos son estos silencios y aprehenderlos es una destreza al que somos invitados a pronunciar. Pero la corrupción se ha interpuesto a media tirada de la vereda y la mirada se nos dificulta más allá de sus linderos. 30 años de corrupción y de injusticia social ya son suficientes. La república de las grandes mayorías debe ensancharse a su paso frente a la  república de unos pocos.  La respuesta es la asamblea nacional constituyente, una que reclame para sí la ruptura con lo viejo venenoso y el abrazo de lo nuevo por nacer.


No hay que vivir la vida entre afortunados estetas para saberse cantor de nuestro íntimo e irrepetible paisaje, pues uno ya no compite para creerse superior al prójimo sino que lucha por saberse auténtico del propio paisaje. En esto consiste la estética de la democracia -hoy amenazada por una inusitada crisis material y moral- donde es preciso disolver el oprobio reconociendo que todos somos tenidos por poetas, cada uno conforme a sus necesidades y posibilidades. ¿Y qué de los estetas con destino fiel? Acompañen al pueblo a encontrar la mirada perdida, la palabra extraviada y el paisaje desdibujado, porque el lienzo a todos pertenece y su autoría también.


La afrenta en contra del pueblo oscurece el paisaje que todos llevamos dentro, extravía a la duda pertinente, nos incomunica con el prójimo y nos confisca la identidad y permanencia como nación. No es el imperialismo yanqui el que nos acecha sino los engendros de nuestra propia gula. “Nuestra” digo para no olvidar que somos una comunidad donde unos poquísimos pero poderosos degradan el paisaje íntimo de cada ciudadano.  Entonces, el pintor que llevamos dentro se desanima y ya no busca trascender en su paisaje. Corre detrás de otros paisajes que no son él, que no son ella, que no son reales y que le agotan energías vitales como entelequias disformes que simplemente se sienten. Entre todos los grandes y múltiples daños morales es éste el peor. No hay derecho y hay derecho para rebelarse de cuerpo entero. Hoy el pueblo está ciego de insurrección, insubordinado de locura, atado a sus instintos y conmovido de extravío; en el fondo, no hay buque ni mar ni tierra a la vista.  Vive el pueblo una experiencia alucinante de la que no tiene culpa.


Una nación -y pienso particularmente en la nuestra- necesita largos periodos de estabilidad para reempenzarse y  renovarse. 30 años de malas políticas sociales y espirituales han enajenado nuestras virtudes creadoras como pueblo, forzando una caída en picada hacia la servidumbre y poniendo en exilio su vigor. Ante todo el ciudadano debe distinguirse por ser arte, fuente de reflexión y de lo nuevo, desde donde puede pensar lo ético como el devenir de la belleza y la justicia.  No me cabe duda que cuando menguan los atributos que la ciudadanía confiere, el ciudadano parece menos un ciudadano y empieza a exhibir la errática conducta de un lobo solitario que en su nihilismo oye la voz del demagogo, del religioso y del corrupto.


El costarricense está por convertirse en el primer humano en ser sexualmente vegetariano. La “carnita” de las cosas, desde la trivial hasta la solemne, va  pasando ahora mismo del “es” al “fue” y ello implica una degradación de nuestras defensas inmunológicas frente al autoritario demagogo, frente al prestidigitador religioso y frente al corrupto de tradición. Son tres fuerzas mortales que necesitan ser denunciadas y barridas con la razón armónica e inclusiva del argumento. El progresismo todavía no encuentra el gran argumento; sigue consumido por la política anecdótica, esa que se concentra en los árboles y no mira el bosque. ¿Qué más hay que decir para convencer que la II República yace muerte en su ocaso y en los reflejos de un tiempo ido?  Es esta coyuntura excepcional la que invita al portento del amanecer; no es el caudillo, no es el mesías ni el nigromante lo que el país necesita. La nación requiere tener otro sujeto político: el de las energías sociales. ¿Dónde se encuentran?  En la vida, en las relaciones de clase y en la identificación de los estamentos sociales actuantes. La pregunta definitoria es una: ¿Cómo crear las condiciones para que la multiplicidad de energías sociales “pacten” un nuevo acuerdo histórico de convivencia y gobernabilidad?


No somos de un presente idílico, ni nunca tuvimos uno; tampoco aspiramos a un futuro idílico porque de otra forma iríamos a las fauces del “despotismo ideal” y ello seria una tragedia. Todo “autoritarismo ilustrado” es, al final, indeseable, calamitoso, por más benigno que sea en su estilo e intención, pues suprime las energías autónomas de los pueblos. De eso no se trata.  Se trata de recuperar nuestra ánima, nuestra capacidad para conversar y crear un proyecto común con la impronta de nuestro propio ser, en tanto paisaje legítimo de toda una pléyade de alfabetos y sonidos dinámicos, es decir, se trata de construir una materialidad modesta pero digna, sin metas exhuberantes de imposibilidad, donde se privilegie el encuentro y no una perenne conflictividad gratuita. Sin políticas permanentes de justicia todo lo dicho no sería sino quimera y con el neoliberalismo no hay esperanza.


Fingir “no ser” y fingir “no estar” no es lo mejor que puede hacer nuestra nación ni es lo que más le conviene. Se encuentra en juego el yo interior de cada uno de nosotros y el yo de nuestra comunidad nacional. No es cosa poca. Ningún ministro de la hacienda pública puede o podrá  remediar bien el déficit fiscal sin el acompañamiento y sinergia del ser costarricense que no puede ser visto como abstracción sino como materialidad  actuante.  Es precisamente en esta consideración donde burócratas y políticos pierden la brújula. El tico adora ser administrado -rehuye en general ser el administrador en cualquier cosa- pero resiente y se revienta internamente cuando es mal administrado.  Pero tampoco es el más exigente de los clientes. El costarricense no lo demanda todo pero quiere mejores carreteras, menos tramitología en todo, mejor seguridad, una inflación controlada, honradez y una CCSS más humana y eficiente.  ¿Será mucho pedir? No, ello es el mínimo aceptable, lo digno fundamental para crear proyectos comunes. Hace 30 años que no se atienden como debe ser este cúmulo de demandas esenciales.  Justicia es decir que la administración Solís Rivera  se ha esforzado por enmendar la criminal negligencia del pasado sin ser dicho esfuerzo una cura para la herida que sangra y que no es obra de su gobierno. Nadando contra corriente el presidente Solís entrega un mejor país del que recibió. No obstante ello, para el costarricense promedio el asunto público sigue siendo una causa perdida, inmerecedora de toda estima y respeto, porque el asunto público se ha convertido en una cueva de ladrones sin dolores de conciencia.  Y tiene razón; sin embargo, no tiene razón cuando se acobarda y se resigna.  


Toda ruptura social nacida de una profunda negación epistemológica, es capaz de producir el héroe colectivo que subyace en la nación y que en el caso de Costa Rica se identifica con los sectores medios y profesionales. Cabe decir, que en la arremetida neoliberal fueron los obreros del campo y la ciudad los primeros en ser desaparecidos de la composición política real de nuestro paisaje. Hoy quedan bolsones de dicho proletariado como consecuencia, en gran medida,  de la inmigración de los humildes y desplazados hermanos de América Central. Este grupo de personas se hacen evidentes en las fábricas y en las bananeras y piñeras. Son hermanos que se encuentran en un estado crónico de incomunicación con el resto de la sociedad. Los sectores medios e intelectuales de la nación no deberían, en aras del bien común, limitar sus conversacion, entre sí, sino que también es juicioso extenderla al conjunto de los estamentos más oprimidos.  La experiencia dialogante entre segmentos sociales que en la presente hora histórica puedan tener denominadores comunes, es un sine qua non sin el cual todo proyecto visionario se hace ficción. Por eso mismo, también hay que explorar visiones socialmente holísticas con los destacamentos más avanzados de la clase empresarial. En fin, es a la clase media que la realidad llama para que se pare en firme y paute la nota armónica de las tareas históricas a cumplir.


Cuando en la metafísica política el discurso democrático se acaba, y el pueblo es despojado bárbaramente de su mística devoción por el embeleso civico, despojo que evidencia ese “algo” del discurso fervoroso que muere al darse cuenta el pueblo de la metamorfosis de su santo, que de bello pasó a repulsivo, entonces ese mismo pueblo denuncia una realidad aparecida como estafa o mera decoración ilusoria. Precisamente eso es lo que hoy ocurre en nuestro terruño. Del alma nacional se ha apoderado una angustia monolítica. Con todo, el pueblo seguirá ensayando una y otra vez cómo superar un incongruente universo de símbolos y encarnaciones que ya no son afines a sus intereses inmediatos. El costarricense lleva 40 años ensayando esta revelación, los mismos años que que el pueblo de Israel duró en el desierto.


Nos enfrentamos al dilema de tener que nacer otra vez o, en su defecto, acomodarnos a la desdicha de tener que prolongar un aluvión de quejidos patrios sin norte. Hoy ser progresista no es una moda, una pose de cafetín, sino una necesidad y, en muchos casos, un deber. Estamos amenazados por demagogos y por un conservadurismo esquizofrénico que debe ser neutralizado por el bien nacional y que solamente ha demostrado la tardanza de las fuerzas progresistas para activar un proyecto país para las próximas décadas. El hecho de que exista un descontento pronunciado entre las masas, que huele a guerra de baja intensidad, es un hecho que merece la consideración más serena y seria, pues las fuerzas progresistas han de adivinar sus claves antes que las energías reaccionarias lo hagan de primero.


Los pueblos siempre ganan cuando colocan a la teología donde corresponde: en la religión o en la filosofía. Ganan también cuando desacraliza la simbología política en momentos de ruptura histórica como al que hoy asistimos. Si hay un ateísmo atendible que sirva a la emancipación de la humanidad, dicho ateísmo no es otro que el político.  


Es de rigor advertir que desde lo secular emana también el sortilegio metafísico, el abracadabra animista, con el sinsentido pernicioso que en lo temporal y finito estos engendros tienen poca vida o son pésimos. Meter a Dios en la ciénaga envolvente de una elección no es una feliz idea, porque si la metafísica de lo eterno ya es complicada en sí misma, (pregúntele usted a Spinoza, a Kant y a Hegel) hecatombe es mezclarla, revolverla, con la desvencijada metafísica política de los pésimos catecúmenos de Platón.  


Pues como han metido a Dios en tanta trifulca nace decir unas cuantas ideas. Ciertamente Dios es la confesión más íntima de la humanidad desde la duda existencial y la inconveniencia finita. En la inconveniencia finita de los seguidores de Dios (prácticamente toda la humanidad de todas las épocas)  reside toda esa energía que les permitió a ellos construir instituciones propias y civilizaciones. Al estar Dios presente entre nosotros, al ser llevado Él a la llanura de las bajas pasiones humanas y de los bajos instintos, se hace más necesaria y evidente la autonomía de Dios frente a las  instituciones sociales dedicadas a su alabanza y credo. Es una paradoja mayor que notable que antes de que se sugiriera la separación del Estado y la religión, ya existiera una separación abismal y cristalina entre Dios y las instituciones religiosas creadas para su honra.  Es absolutamente inconsistente que una iglesia se arroje la oficialía o la vocería de la verdad de Dios. Mientras seamos historia eso no será posible.


La civilización occidental, de la cual somos parte, se fue abriendo paso al fragor de interminables y crueles guerras lideradas por la Iglesia en las praderas del mundo medieval y del moderno. La Guerra de los 30 Años (1618-1648), por ejemplo, marca una etapa arteramente ríspida de crueldad genocida entre cristianos católicos  y cristianos reformados, guerra de las casas imperiales europeas que se disputaban el control político de Europa, sangría que tuvo que hacer un alto con la firma del Tratado de Paz de Westfalia. Toda iglesia cristiana del mundo debería dedicarle al menos un sermón al año a esta tragedia y con ello reflexionar sobre los incendiarios peligros de mezclar política y religión.


Ciertamente los Estados del norte de Europa llevan bien en su pecho las lecciones aprendidas de la cruel intolerancia religiosa, flanqueados por el alto nivel de responsabilidad cívica de sus iglesias nacionales y de sus ciudadanías. En Costa Rica no existe dicha tradición, no tenemos la madurez cultural de sociedades como la noruega o la sueca, para entender plenamente el lugar que ocupa la religión en una sociedad democrática. Luce mejor prevenir ahora que lamentar violencia después a causa de los venenosos intratejidos que la religión produce. En nuestro medio, entonces, resulta justificado conferir laicidad al Estado como un ingrediente que contribuye a la causa de la paz y la igualdad ciudadana.  Siendo nuestra sociedad tan permeable frente fundamentalismo religioso occidental de cualquier signo, es consecuente en nombre de la libertad y la democracia delimitar con mejor certidumbre las restricciones de lo público en las instituciones religiosas. No es capricho lo antes propuesto, pues no es un secreto que ciertos toldos religiosos buscan denodadamente el poder político, lo cual es muy peligroso como lo ilustra la historia.


Las ideas esbozadas están escritas para ser repasadas al día después de las  elecciones. Quien gane la contienda estará ungido no por un lúcido porvenir, ni por un claro mandato mayoritario, sino por un viacruz.  La persona que saque más votos tendrá lo más cercano a una pírrica victoria. Ni el tirano, ni el corrupto, ni el religioso podrán generar un clima de orden y reconstrucción patria. Los candidatos moderados, en caso de alguno resulte “triunfador”, tendrán un cuesta extraordinariamente empinada que sobrellevar.  No se puede cabalgar al ritmo moribundo de un enjuto caballo, y sirva ello como metáfora de las condiciones en que se encuentra el Estado y la capacidad para gobernar de quien encabece la jefatura de gobierno.  Las opciones responsables son contadas y se limitan en lo estratégico por un par de consideraciones: 1. evitar que la nave siga naufragando; 2. llevar la nave a buen puerto. Lo primero, radica en parar la corrupción, alentar las políticas sociales para los más pobres, controlar la inflación e incentivar la inversión nacional y foránea; lo segundo, significa preparar el camino que permita la convocatoria a una asamblea nacional constituyente, asunto que exige buena letra y un ritmo político apropiado. Encontremos en la resurrección del filósofo y en el ser del poeta nuestro camino hacia la Tercera República sin populismo pero con una honda vocación colectiva por el prójimo.

Allen Perez Somarribas






https://www.elpais.cr/2018/01/25/lectura-para-un-dia-despues-de-las-elecciones/

lunes, 22 de enero de 2018

LAS SOMBRAS DE UN BUEN PRESIDENTE

En condiciones normales de lo que fue la Segunda República en los hechos, probablemente don Luis Guillermo Solís Rivera habría pasado a ser uno de los mejores presidentes. De fuentes fidedignas y confiables, sé que el presidente Solís es una persona comprometida en hacer obra y hacerla bien, además de ser él un hombre honesto, ha sido todo lo diligente que sus limitadas fuerzas humanas se lo han permitido. Ciertamente goza del respeto y la admiración de casi, sino de toda la gente, que ha trabajado con él.
Este perfil de decencia coincide con los recuerdos que de él tengo sea de colegio o de profesor universitario. En suma, no me arrepiento de haber votado por este caballero en la segunda ronda y tampoco de haberlo hecho por Villalta en la primera. Entre esta administración y la pasada hay todo un mar de diferencias, un parte aguas entre la luz y las tinieblas.
Dicho lo anterior, cabe decir que para gobernar no es suficiente ser de manos limpias o con llevar una vida modesta e industriosa, porque ello es solamente una parte de los buenos atributos para ejercer el cargo. Sin embargo, uno se pregunta por qué en el último tramo de la administración Solís la percepción popular de esa gestión se vino de pique. Mucha gente parece olvidar que las encuestas favorecían bien la imagen del Presidente y de su obra. Hay que ser bien mezquino para no reconocerlo.
Lo cierto es que la popularidad de la administración Solís Rivera tocó fondo y nadie presagia su recuperación mientras dure. La debacle ocurrió por los siguientes factores: 1. La latencia de lo que yo llamo “magma justicia”. Con la imposición sostenida del modelo neoliberal desde la administración Monge Alvarez, el pueblo ha venido soportando una dramática erosión de su nivel de vida y un aumento vertiginoso de la corrupción en los administradores y algunos sectores de la actividad privada, malestar que se ha venido acumulando en forma de lava y cuyo magma asciende en varios momentos, -recuérdese, por ejemplo la lucha en contra del combo del ICE- y que ese hervidero es como la reserva moral y de indignación que subyace en la memoria colectiva de las masas. Cualquier político que llegue a Zapote debe saber que su poder es de frágil factura, hundido entre placas tectónicas escurridizas. Las administraciones Ulate, Figueres, Echandi, Orlich, Trejos y Carazo no funcionaron en la dinámica esbozada y obedecieron a otra realidad.
2. La implosión del caso del “cementazo” sirve de válvula de escape a los rencores acumulados del pueblo, a ese escape de “magma justicia”, tan fuerte que en la memoria general puede borrar de un tirón lo bueno que ha hecho el gobierno y a su paso tiene el suficiente fuego como para inmolar al Presidente. Sostengo que, en lo fundamental, la ira y el fuego de la opinión pública dirigida en contra del actual gobierno, obedece a la mortífera acumulación de energías destructivas sobrepuestas o encima de la soterrada lucha de clases que siempre subyace en toda sociedad, pero que ahora adquiere tintes mayores de cinismo y asco en virtud de los sobrevuelos de las aves de rapiña que se disputan los huesos y la poca carne que le queda al actual Estado.
3. La inocencia del empeño. Desde que tengo memoria ningún jefe de gobierno quiere pasar a la historia sin obras y sin una aureola de buen gobernante. Mencionemos las administraciones Trejos Fernández, Figueres Ferrer y Oduber Quirós. También las de Orlich Bolmarcich y Echandi Jiménez. Los menciono no porque fueran héroes de los trabajadores o adalides de la justicia social, sino porque a pesar de representar a la oligarquía en sus diferentes versiones, sus administraciones no se salieron de la franja de gobernabilidad que supuso el pacto social que emergió de los conflictos de la década de los 40 y cuya más preciosa joya fue el nacimiento de una pujante clase media al amparo de un Estado desarrollista y benefactor.
Don Luis Guillermo Solís Rivera, nuestro presidente, es un hijo mejor que legítimo de dicha epopeya. Vivió en una época en la cual sus padres, con notable sacrificio, pudieron costearle a él y a sus hermanos una privilegiada educación en el Colegio Metodista, entonces una de las instituciones privadas más vanguardistas e innovadoras. En lo político el es un hombre mesurado, analítico, y en general fiel a sus convicciones. Principalmente ha sido un docente y ocupó cargos públicos que para nada presagiaban su presidencia.
Hace casi cuatro años que el PAC y el presidente Solís se “encontraron” una presidencia, no tanto por los méritos y los talentos de ambos, sino gracias a una consulta electoral que se tradujo literalmente en una insurrección cívica sin precedentes en contra del autoritarismo corrupto del partido de Laura Chinchilla, que expresó su realidad, de manera locuaz y fétida, en una horrorosa fotografía de su gobierno, incoada como seguidilla del persistente desmantelamiento de las claves económicas y de cohesión social durante la II República.
Notablemente el nuevo gobierno no lee correctamente la derrota y la pulverización del PLN y tampoco toma nota de las circunstancias sociales e históricas en las que accede al poder. Hoy, en la presente campaña electoral, el pueblo sigue en plena insubordinación y escucha en el populismo cretino de JDC su canto de sirena. Ello ahora es posible porque tanto el PAC y el FA abandonaron los espacios ganados -cada uno a su manera- y bien se sabe que en política los espacios cedidos siempre otros lo habitan.
4. Un gobierno a medias. El PAC nunca termina recobrarse de su victoria y el voluntarismo tesonero del presidente se convierte, más bien, en una valla de desencuentros entre partido y gobierno, entre la fracción parlamentaria y el mismo Poder Ejecutivo. Hasta cierto grado considero bastante milagroso que el actual gobierno haya consumado logros al estar inserto en una Torre de Babel bastante inhóspita. Lo anterior lo atribuyo al atlético empuje que el mismo Presidente le dio a su gestión y al desenvolvimiento notable de algunos de sus ministros.
Conclusión: central era comprender para los candidatos presidenciales del PAC y del FA el hacer una lectura cerebral profunda de los resultados del 2014. Fue un error no darse cuenta que la debacle del PLN obedeció a una sublevación instintiva del pueblo contra casi 4 decenios de garrote y del cual salió a flote un magma con el que Luis Guillermo Solís fue ungido.
Cierto que el Presidente se puso a trabajar, pero descuidó totalmente la verdad de presidir un aparato de gobierno destartalado y corrupto por más que quisiera prevenirlo exigiendo honradez y probidad. El hecho de que un silencio tranquilo visite las oficinas de gobierno no significa que los peligros hayan desaparecido.
Se olvidó el Presidente de recordar aquel poco de sabiduría que dice que el Estado es una gigantesca hidra que con frecuencia sobrepasa las intenciones y la fuerza del mejor gobernante. Y es que el Presidente no llegó a Zapote equipado con buenos lanceros para hacerle frente a falsos amigos y colaboradores. Sin lugar a dudas esa fue una debilidad cardinal desde una óptica subjetiva. Quizá no imaginó que por ese lado su barco empezaría a hacer agua. A juzgar por su semblante le habrá dolido en el alma.
Cabe señalar en un tema aparte pero íntimamente relacionado que el FA fue realmente el gran ganador del 2014 por los siguientes motivos: 1. paradójicamente por no haber ganado las elecciones; 2. Por el inusitado número de diputados elegidos. Estas dos ventajas estratégicas el FA las difuminó, las desperdició, porque por haberlas utilizado con sabiduría le habrían quizá facilitado buscar cómo ser oposición constructiva al PAC. En todo caso, el FA tampoco tiene un sólido análisis de la coyuntura de ruptura social que vive el país.
En fin, la historia no perdona y tampoco olvida aunque lo parezca. No son los actuales tiempos “felices” para gobernar; el piso se mueve y hay incendios en todas partes, y los ecos de las deudas pendientes con los que menos tienen pasan imprescriptibles de generación en generación y nunca se cancelan. El magma se acumula y hierve con más tenacidad.
El gobierno de Luis Guillermo Solís Rivera no se pellizcó para darse cuenta a tiempo de que cabalgaba en un palafrén famélico y desahuciado que es lo que queda de la Segunda República. Deudas son deudas con los oprimidos, con la patria, aunque el Presidente no las haya contraído. Es un trágico precio a pagar para un buen Presidente. Estas sombras lo persiguieron siempre. La política suele ser irónica y hasta cruel.
(*) Allen R. Pérez es abogado

sábado, 13 de enero de 2018

LA PALABRA GITANA


Yo no me escribo pero me junto con unas cuantas palabras en verano y en una solitaria esquina, alumbrada por una tímida luna abarquillada. Entre muchas palabras la palabra gitana es la que más me gusta, va y viene e invita a otras palabras, que vienen de la ruta de la seda y de otras que van para allá.  Asombrarse es la pauta por lo mucho que uno no sabe y por lo mucho que uno imagina.  Son viajeros que no persiguen la gloria sino en hacer un alto para llegar a un destino que no es su destino. Nadie sabe las últimas sílabas de cada palabra que en mi esquina se guarece con ojos bien abiertos.  Y es que con una palabra gitana puedes hablar de cualquier tema y no hablar de cualquier otro.  La palabra gitana es de la más pura arena sino que lo diga el Gobi.  Pero mi palabra es la de la América tropical. Yo sé decir “soy un hombre sincero de donde crece la palma...” o también sé decir “Inclitas razas ubérrimas sangre de la Hispania fecunda…”.  Entonces  entramos en un trueque. Me han traído hermosas palabras en hindi y panyabí y del romaní el aire loco de todos los vientos. De Persia y Kashmir, del Cáucaso y Andalucía, del recuerdo a otro recuerdo, se balancea la palabra hablada en la esquina de mi vereda azul. La palabra gitana tiene prisa y no hay papiro que la atrape. Lo que se dijo se dice y no hay más porque son historias del viento que en la alfombra del Gobi desaparecen. Mi palabra es tan inexacta como la gitana, más de la turbia sombra que otra cosa y del bello silencio que encierra la huida. Yo no me escribo pero me junto con unas cuantas palabras...

DIOS Y LA NOCIÓN DE PERSONA

El Génesis nos dice que Dios creó al Hombre a su “imagen y semejanza”. No somos dioses ni pequeños dioses sino que participamos hasta cierto punto, de manera limitada, de su genética divina. El único presupuesto biológico es nacer. Lo que de Él hay en nosotros es una inherente dignidad que es irrenunciable y que ningún pecado nos puede arrebatar, es decir, somos dignos a pesar de cualquier otra consideración. Es esta dignidad la que nos hace persona. Nadie es más persona que otra persona.
Dios nos creó como textos vivientes, con el don de palabra y el testimonio y en ello reside nuestra libertad fundamental. Dios nos creó, entre otras cosas, para ser los sujetos de la historia en este planeta. El ser humano es una persona política porque por su naturaleza cerebral puede incidir con su pensamiento inteligente -para bien o para mal- en la complejidad de las relaciones sociales. Somos con Dios los escritores de nuestra propia historia, una historia que pone en evidencia nuestra compleja y conflictiva relación con el propio Creador, con el prójimo y con uno mismo.
Somos políticos a la hora de externar una opinión sobre los asuntos públicos y sobre los personales que a otros conciernan o puedan concernir. Con Dios nos une no una razón cualquiera sino una fina y compleja que nos permite distinguir entre el bien y el mal, entre los derechos y los deberes, entre la responsabilidad y la irresponsabilidad. Con ello se puede conocer que es malo discriminar a un ser humano por el color de su piel, por ser mujer o por ser de orientación sexual minoritaria. Igualmente nos es dable conocer el bien y celebrar con Dios su creación multicolor.
En Dios todo es lícito mientras la conducta no interfiera o menoscabe la dignidad de otra persona. En Dios la diversidad es vida, canto y júbilo. Dios es el creador de la diversidad y de la plural naturaleza en su conjunto. Dios nos ama a todos porque somos personas. Y así como El nos ama así debemos amar al prójimo y ser con Dios partícipes de esta dignidad común a toda la familia humana.
No es aventurado privilegiar en una sola realidad la disyuntiva entre “el más allá y el más acá”, por decirlo de alguna forma, convencido de que la razón de Dios se ha infiltrado en nuestra piel poco a poco, a cuenta gotas, desde la perspectiva corta de una existencia individual finita. En todo caso, son confesiones divinas que en una sucesiva e incontable estela de revelaciones caen como luciérnagas en la grama de su estelar Creación.
Hemos sido y somos los arquitectos de nuestra propia historia y en dicho caminar, poco a poco, vamos develando los paréntesis históricos de lo que significa ser persona. Es en la arena política donde luchamos por hacer valer esa dignidad inherente que Dios nos confirió. La historia es nuestro escenario y el lugar donde Dios se manifiesta. El cristiano se obliga en darle contenido a conceptos normativos positivos para poder desarrollar correctamente en la ley humana la noción divina de persona, cuyas normas procederán del cuerpo jurídico universal de los derechos humanos y que se caracterizan por su universalidad, inalienabilidad, irrenunciabilidad, imprescriptibilidad e indivisibilidad.
En en centro de todo lo dicho se encontrará el faro de todos los mares: la inherente dignidad conferida por el Creador a todos los seres humanos. La lucha del humano por lo siglos ha sido un esfuerzo sin fin por hacer resplandecer esta dignidad. La última página de esta trabajosa faena, la mayor odisea de la humanidad, se escribirá con nuestra liberación definitiva del pérfido yugo de la ignorancia y de la explotación del hombre por el hombre. Cuando ello ocurra se habrá cumplido el plan de Dios en cuanto a todo lo que nos fue revelado. Y la nueva tierra será la tierra de todos.