sábado, 13 de enero de 2018

LA PALABRA GITANA


Yo no me escribo pero me junto con unas cuantas palabras en verano y en una solitaria esquina, alumbrada por una tímida luna abarquillada. Entre muchas palabras la palabra gitana es la que más me gusta, va y viene e invita a otras palabras, que vienen de la ruta de la seda y de otras que van para allá.  Asombrarse es la pauta por lo mucho que uno no sabe y por lo mucho que uno imagina.  Son viajeros que no persiguen la gloria sino en hacer un alto para llegar a un destino que no es su destino. Nadie sabe las últimas sílabas de cada palabra que en mi esquina se guarece con ojos bien abiertos.  Y es que con una palabra gitana puedes hablar de cualquier tema y no hablar de cualquier otro.  La palabra gitana es de la más pura arena sino que lo diga el Gobi.  Pero mi palabra es la de la América tropical. Yo sé decir “soy un hombre sincero de donde crece la palma...” o también sé decir “Inclitas razas ubérrimas sangre de la Hispania fecunda…”.  Entonces  entramos en un trueque. Me han traído hermosas palabras en hindi y panyabí y del romaní el aire loco de todos los vientos. De Persia y Kashmir, del Cáucaso y Andalucía, del recuerdo a otro recuerdo, se balancea la palabra hablada en la esquina de mi vereda azul. La palabra gitana tiene prisa y no hay papiro que la atrape. Lo que se dijo se dice y no hay más porque son historias del viento que en la alfombra del Gobi desaparecen. Mi palabra es tan inexacta como la gitana, más de la turbia sombra que otra cosa y del bello silencio que encierra la huida. Yo no me escribo pero me junto con unas cuantas palabras...

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