jueves, 25 de enero de 2018

EL REY HABLÓ

Dijo no abandonar a los catalanes frente a la represión cuando de hecho fueron abandonados y después el abandono fue mayor cuando el gobierno de Madrid celebró la brutalidad policial. En la Moncloa no se ha dejado escuchar un suspiro de arrepentimiento o de mea culpa. El Rey mencionó la Constitución y el Estado de Derecho pero no se refirió un segundo, nada, al alma herida del pueblo catalán, a la humillación sufrida con el salvaje actuar de las fuerzas policiales nacionales.
El discurso del monarca fue bien escrito, esmerado, pulcro y sobrio. Sin embargo, pasa con los políticos que detrás de sus lustres palabras se esconden las flores del mal.
Su majestad no quiere recordar ni aprender de las espantosas experiencias de la Europa reciente, léase la tragedia de los Balcanes. Sugiero que la regla principal a tener en cuenta -sobre todo allí donde existan regiones autónomas en el marco de un Estado plurinacional- es que lo jurídico va de la mano con lo político y ambos aspectos son complejos y controversiales. Milosevic tuvo muchas y muy buenas razones constitucionales para demandar la unidad de Yugoslavia y tuvo, a su vez, las peores respuestas de Estado en contra de las naciones que lucharon por sus independencias. La respuesta de Rajoy fue, en el caso que nos ocupa, bastante miserable.
Lo que es claro es que tanto Rajoy como don Felipe encontraron su moral exclusivamente basadas en las coordenadas jurídicas de por sí discutibles. En lo político, Rajoy es un desastre para el Rey pues ha puesto la cuestión de la independencia de Cataluña en la mesa de la opinión pública mundial. Nada, absolutamente nada, ganó Rajoy con la represión. Tampoco el sesudo don Felipe VI. Su discurso dejó en claro que los intereses de la Corona no son los mismos de Cataluña. Su aporte político es negativo porque su narrativa tiene el tinte grave de España contra Cataluña. El mundo está de bodas con Cataluña, ama su causa democrática y denuncia la brutalidad policial. Rajoy ha perdido en grande por el momento.
En el fondo, el gran “error” de este buen discurso, es que una parte fue dirigida a los catalanes y otra a los españoles por más esfuerzo verbal hecho para disimular el punto. Otro “error”: el Rey dejó ir la oportunidad para disculparse en nombre del Estado español con el pueblo catalán, lo cual hubiera producido una distensión en el ambiente político. Pero no. El Rey está atrapado por el PP. Disculparse es desautorizar a Rajoy y ello contraviene los intereses de la Corona. En el fondo, el Rey también defiende sus intereses de familia. Ningún soberano existe en abstracto. No existe rey sin paga.
El Rey, la verdad, salió en defensa del gobierno de Rajoy al punto de no apuntarle ningún error para decir que todas las culpas recaen sobre los dirigentes políticos catalanes. Un simplismo de factura mayor. El Rey no tuvo la gentileza de abonar méritos al pueblo catalán, a los miles de miles que han salido a las calles, para expresarse de manera pacífica y responsable.
¿Importan los más de 800 heridos? ¿ Importa la ausencia de diálogo de Rajoy? No lo parece. Ni de lejos fueron mencionadas estas obligadas preguntas. Juzguen los pueblos el discurso de la Corona sobre todo por lo que NO dijo y probablemente se concluya de que Felipe VI no es el rey de todos los españoles. Poco a poco va llegando la hora de la república.

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