lunes, 22 de enero de 2018

LAS SOMBRAS DE UN BUEN PRESIDENTE

En condiciones normales de lo que fue la Segunda República en los hechos, probablemente don Luis Guillermo Solís Rivera habría pasado a ser uno de los mejores presidentes. De fuentes fidedignas y confiables, sé que el presidente Solís es una persona comprometida en hacer obra y hacerla bien, además de ser él un hombre honesto, ha sido todo lo diligente que sus limitadas fuerzas humanas se lo han permitido. Ciertamente goza del respeto y la admiración de casi, sino de toda la gente, que ha trabajado con él.
Este perfil de decencia coincide con los recuerdos que de él tengo sea de colegio o de profesor universitario. En suma, no me arrepiento de haber votado por este caballero en la segunda ronda y tampoco de haberlo hecho por Villalta en la primera. Entre esta administración y la pasada hay todo un mar de diferencias, un parte aguas entre la luz y las tinieblas.
Dicho lo anterior, cabe decir que para gobernar no es suficiente ser de manos limpias o con llevar una vida modesta e industriosa, porque ello es solamente una parte de los buenos atributos para ejercer el cargo. Sin embargo, uno se pregunta por qué en el último tramo de la administración Solís la percepción popular de esa gestión se vino de pique. Mucha gente parece olvidar que las encuestas favorecían bien la imagen del Presidente y de su obra. Hay que ser bien mezquino para no reconocerlo.
Lo cierto es que la popularidad de la administración Solís Rivera tocó fondo y nadie presagia su recuperación mientras dure. La debacle ocurrió por los siguientes factores: 1. La latencia de lo que yo llamo “magma justicia”. Con la imposición sostenida del modelo neoliberal desde la administración Monge Alvarez, el pueblo ha venido soportando una dramática erosión de su nivel de vida y un aumento vertiginoso de la corrupción en los administradores y algunos sectores de la actividad privada, malestar que se ha venido acumulando en forma de lava y cuyo magma asciende en varios momentos, -recuérdese, por ejemplo la lucha en contra del combo del ICE- y que ese hervidero es como la reserva moral y de indignación que subyace en la memoria colectiva de las masas. Cualquier político que llegue a Zapote debe saber que su poder es de frágil factura, hundido entre placas tectónicas escurridizas. Las administraciones Ulate, Figueres, Echandi, Orlich, Trejos y Carazo no funcionaron en la dinámica esbozada y obedecieron a otra realidad.
2. La implosión del caso del “cementazo” sirve de válvula de escape a los rencores acumulados del pueblo, a ese escape de “magma justicia”, tan fuerte que en la memoria general puede borrar de un tirón lo bueno que ha hecho el gobierno y a su paso tiene el suficiente fuego como para inmolar al Presidente. Sostengo que, en lo fundamental, la ira y el fuego de la opinión pública dirigida en contra del actual gobierno, obedece a la mortífera acumulación de energías destructivas sobrepuestas o encima de la soterrada lucha de clases que siempre subyace en toda sociedad, pero que ahora adquiere tintes mayores de cinismo y asco en virtud de los sobrevuelos de las aves de rapiña que se disputan los huesos y la poca carne que le queda al actual Estado.
3. La inocencia del empeño. Desde que tengo memoria ningún jefe de gobierno quiere pasar a la historia sin obras y sin una aureola de buen gobernante. Mencionemos las administraciones Trejos Fernández, Figueres Ferrer y Oduber Quirós. También las de Orlich Bolmarcich y Echandi Jiménez. Los menciono no porque fueran héroes de los trabajadores o adalides de la justicia social, sino porque a pesar de representar a la oligarquía en sus diferentes versiones, sus administraciones no se salieron de la franja de gobernabilidad que supuso el pacto social que emergió de los conflictos de la década de los 40 y cuya más preciosa joya fue el nacimiento de una pujante clase media al amparo de un Estado desarrollista y benefactor.
Don Luis Guillermo Solís Rivera, nuestro presidente, es un hijo mejor que legítimo de dicha epopeya. Vivió en una época en la cual sus padres, con notable sacrificio, pudieron costearle a él y a sus hermanos una privilegiada educación en el Colegio Metodista, entonces una de las instituciones privadas más vanguardistas e innovadoras. En lo político el es un hombre mesurado, analítico, y en general fiel a sus convicciones. Principalmente ha sido un docente y ocupó cargos públicos que para nada presagiaban su presidencia.
Hace casi cuatro años que el PAC y el presidente Solís se “encontraron” una presidencia, no tanto por los méritos y los talentos de ambos, sino gracias a una consulta electoral que se tradujo literalmente en una insurrección cívica sin precedentes en contra del autoritarismo corrupto del partido de Laura Chinchilla, que expresó su realidad, de manera locuaz y fétida, en una horrorosa fotografía de su gobierno, incoada como seguidilla del persistente desmantelamiento de las claves económicas y de cohesión social durante la II República.
Notablemente el nuevo gobierno no lee correctamente la derrota y la pulverización del PLN y tampoco toma nota de las circunstancias sociales e históricas en las que accede al poder. Hoy, en la presente campaña electoral, el pueblo sigue en plena insubordinación y escucha en el populismo cretino de JDC su canto de sirena. Ello ahora es posible porque tanto el PAC y el FA abandonaron los espacios ganados -cada uno a su manera- y bien se sabe que en política los espacios cedidos siempre otros lo habitan.
4. Un gobierno a medias. El PAC nunca termina recobrarse de su victoria y el voluntarismo tesonero del presidente se convierte, más bien, en una valla de desencuentros entre partido y gobierno, entre la fracción parlamentaria y el mismo Poder Ejecutivo. Hasta cierto grado considero bastante milagroso que el actual gobierno haya consumado logros al estar inserto en una Torre de Babel bastante inhóspita. Lo anterior lo atribuyo al atlético empuje que el mismo Presidente le dio a su gestión y al desenvolvimiento notable de algunos de sus ministros.
Conclusión: central era comprender para los candidatos presidenciales del PAC y del FA el hacer una lectura cerebral profunda de los resultados del 2014. Fue un error no darse cuenta que la debacle del PLN obedeció a una sublevación instintiva del pueblo contra casi 4 decenios de garrote y del cual salió a flote un magma con el que Luis Guillermo Solís fue ungido.
Cierto que el Presidente se puso a trabajar, pero descuidó totalmente la verdad de presidir un aparato de gobierno destartalado y corrupto por más que quisiera prevenirlo exigiendo honradez y probidad. El hecho de que un silencio tranquilo visite las oficinas de gobierno no significa que los peligros hayan desaparecido.
Se olvidó el Presidente de recordar aquel poco de sabiduría que dice que el Estado es una gigantesca hidra que con frecuencia sobrepasa las intenciones y la fuerza del mejor gobernante. Y es que el Presidente no llegó a Zapote equipado con buenos lanceros para hacerle frente a falsos amigos y colaboradores. Sin lugar a dudas esa fue una debilidad cardinal desde una óptica subjetiva. Quizá no imaginó que por ese lado su barco empezaría a hacer agua. A juzgar por su semblante le habrá dolido en el alma.
Cabe señalar en un tema aparte pero íntimamente relacionado que el FA fue realmente el gran ganador del 2014 por los siguientes motivos: 1. paradójicamente por no haber ganado las elecciones; 2. Por el inusitado número de diputados elegidos. Estas dos ventajas estratégicas el FA las difuminó, las desperdició, porque por haberlas utilizado con sabiduría le habrían quizá facilitado buscar cómo ser oposición constructiva al PAC. En todo caso, el FA tampoco tiene un sólido análisis de la coyuntura de ruptura social que vive el país.
En fin, la historia no perdona y tampoco olvida aunque lo parezca. No son los actuales tiempos “felices” para gobernar; el piso se mueve y hay incendios en todas partes, y los ecos de las deudas pendientes con los que menos tienen pasan imprescriptibles de generación en generación y nunca se cancelan. El magma se acumula y hierve con más tenacidad.
El gobierno de Luis Guillermo Solís Rivera no se pellizcó para darse cuenta a tiempo de que cabalgaba en un palafrén famélico y desahuciado que es lo que queda de la Segunda República. Deudas son deudas con los oprimidos, con la patria, aunque el Presidente no las haya contraído. Es un trágico precio a pagar para un buen Presidente. Estas sombras lo persiguieron siempre. La política suele ser irónica y hasta cruel.
(*) Allen R. Pérez es abogado

No hay comentarios.:

Publicar un comentario