lunes, 15 de octubre de 2018

El mundo y la reforma fiscal

A la hora de analizar la presente crisis política, financiera y fiscal  que vive el país, con frecuencia olvidamos hacer referencia a la real vulnerabilidad de nuestra economía frente a sus determinantes globales. La dependencia de nuestro país de factores externos complejos y casi ilimitados, es un ángulo muy importante (no el único) pero a mi juicio fundamental a la hora de encuadrar nuestros dilemas financieros.

¿Cuánto somos libres?  ¿Cuánto no los somos? ¿Qué hacer? ¿Cómo valorar estas interrogantes? Porque hay que partir de que no somos totalmente esclavos aunque parezca lo contrario, ni somos totalmente libres aunque se recite en los recintos académicos. Ni lo uno ni lo otro. No es aventurado sugerir que cualquier política monetaria y/o fiscal debe contestar las anteriores interrogantes. Son preguntas agrias, casi venenosas, que deben considerarse de primero. Son preguntas poco solicitadas y que habitan a escondidas en la antesala de la actual huelga. Quizá por  la naturaleza vergonzante de las propia preguntas. Repasaré con ustedes algunas reflexiones preliminares sobre este tema, cuya profundización amerita otro artículo.

La poca libertad que Costa Rica tenga frente a los organismos financieros internacionales, ha de administrarse en democracia conforme a las luces de la ciencia y los principios de la solidaridad social. Porque leer el mapa de la libertad y el de sus posibilidades libertarias, las del momento específico, es una necesidad transformada en mandato, para todos, gobernantes y gobernados. En este sentido es que  la política financiera y fiscal no es asunto de la poesía rosa sino de la agreste prosa, que pertenece a la bitácora de rumbo del almirante que intenta salvar a su navío de la bravura del mar y del estruendo de los cielos hasta llegar a un puerto seguro. Lo digo por Costa Rica y ahora lo reafirmo en la presente coyuntura del plan fiscal.

El mundo no es seguro, es injusto y violento, se encuentra infestado de arpías como la señora Lagarde, directora del FMI. Nuestro querido país debe blindarse lo que pueda. Será ello con más justicia, mejores instituciones democráticas y una sólida cultura democrática regada entre sus ciudadanos. La masa descreída, sin hábitos analíticos racionales,  y sin aprendidas convicciones democráticas, se puede convertir en enemiga de la libertad como hoy en Brasil.

Sin aislarnos y repudiando siempre la xenofobia, los costarricenses debemos volver a nosotros mismos, a ejercitar una aguda introspección sobre lo que somos y podemos ser, precisamente porque no somos ni podemos ser una isla. Costa Rica puede destacar más en el mundo si sobrevive como una democracia culta y solidaria. Nuestra relativa excepcionalidad (pero excepcionalidad al fin y al cabo) vale oro y es nuestro mayor capital.  Sabemos que está mal dejar en estado de abandono a las miles de familias que sufren viviendo debajo de la línea de pobreza. Sabemos que la prosperidad económica y la lucha contra la pobreza van de la mano para distribuir bienestar económico entre los habitantes. Sabemos que la miseria es una vergüenza y una calamidad en cualquier sociedad. Buscar los remedios es nuestro compromiso.

¿Cómo hacerlo? Con responsabilidad. Tanta como para que los tiburones de afuera no nos devoren ni los de adentro nos traguen. Hay que buscar el centro, el equilibrio, de todo cuanto hagamos. Los socialistas y liberales tenemos el deber de activar y sustentar dicho equilibrio. El centro político es  la estrategia que Costa Rica requiere para seguir viviendo en paz. Debemos de enunciar con propiedad la vía costarricense a la democracia como un proceso autóctono y leal a sus virtudes.

¿Somos tan vulnerables? En extremo. En dicha situación se encuentra la inmensa mayoría de los países del mundo. Es decir, no está en nuestro poder incidir en las anchas coordenadas de la política económica mundial, ni en el de sus instituciones financieras. Básicamente somos, sin temor a mentir, esclavos de las mayores economías del mundo y de la todopoderosa, despiadada y usurera banca internacional. Literalmente el mundo -sin excepciones- se encuentra preso de una servidumbre inobjetable y totalmente apelable por inmoral.  Claro que las variables internacionales no definen por si solas nuestras encrucijadas económicas, pero éstas son fundamentales en su explicación y con frecuencia ignoradas para su análisis.

Por ahora, no existe un modelo alternativo de sociedad frente al capitalismo neoliberal que al mundo oprime.  El punto es resistirlo con responsabilidad y aprovechar juiciosamente las áreas donde se pueda incidir y determinar rumbos propios y de bienestar común. Nuestra democracia ha dibujado a través de su historia lo que hoy es: policlasista, republicana y comprometida con los derechos humanos.

¿El socialismo? En la práctica fracasó, no creó sociedades justas, ni libres, ni democráticas.  Cuando las burocracias estalinistas mejoraron las condiciones de vida de las masas, lo hicieron para dotarse de una base clientelar de siervos que justificaran no otra cosa que la entrega total de las libertades democráticas en favor del partido único y del Estado. La verborrea “proletaria”, populista, sirvió de mampara ideológica para dicho fin.  El liberalismo político sufrió igual otra aberración con el llamado “neoliberalismo”, cuyo elemento político conceptual cuestiono, en tanto el verdadero liberalismo es una doctrina de la libertad individual y social.

El “neoliberalismo” no tiene nada de liberal, y el estalinismo nada de socialista. Se contraponen estos terribles derivados a los paradigmas todavía vigentes de la libertad y bienestar común. Sin embargo, no se piense que liberales y socialistas tienen la llave del paraíso, lugar que no se avisa siquiera en el horizonte, sino que la esperanza reside en la convicción de que sólo con democracia y responsabilidad, con libertad y con solidaridad, se puede construir una mejor sociedad entre nosotros, aun siendo pequeños y vulnerables.
Se hace necesario democratizar el capital de manera que nuestra sociedad tenga un amplio cielo de pequeños y medianos empresarios, capaces de crear empleo y de tributar. Una de las mayores responsabilidades del Estado es la de no dejar atrás a los más rezagados en la escala social y ello debe considerarse no una de caridad sino una de rentabilidad económica dentro de un plan mayor de desarrollo social y económico.

En el caso de Costa Rica, esta mayúscula insignificancia política, la de ser tan vulnerables, nos podría despertar para controlar lo que como gobierno y sociedad podemos controlar, modificar y corregir. ¿Podría existir otro paradigma que sea alternativo a la tiranía financiera-global capitalista? Si ello sucediera, una revolución social (que no es lo mismo que socialista)  habría de darse en Estados Unidos, Alemania, o en China, o en el Reino Unido y quizá en Japón o incluso Brasil. Pero nunca en Costa Rica, nunca en los países pobres y pequeños, porque todas estas naciones dependen y seguirán dependiendo de los prestamistas del capital oligarca mundial.

Esta oligarquía financiera global es muy desgraciada, no perdona y no conoce lo que es ir a misa con Dios en el corazón.  Nos obligan a endeudarnos, nos obligan a portarnos bien. Léase a generar pagos puntuales a la deuda y a permitir revisar periódicamente la “salud” de las economías como parámetro de garantía de los créditos. Si no cumplimos nos cortan la cabeza. Nos descuartizan.

Sobre dicha potestad de imperio los costarricenses no tenemos control, ninguno; pero sí debemos conservar la libertad moral de su denuncia,  Nos enfrentamos a una amarga realidad impuesta a los pobres del planeta por la fuerza de las armas y el dinero. No otro nombre tiene esta realidad: terrorista. No busquemos el infierno en otra parte: lo tenemos enfrente.

Lo de la soberanía de los Estados y de los pueblos es un chiste de mal gusto. Eso no existe en el sentido lírico que se dice. Nuestra soberanía es muy limitada y por lo mismo hay que saber usarla. Dicho lo anterior, y ya en un tono optimista, agrego que las sociedades humanas, como la nuestra, nunca mueren en sus aspiraciones por el bienestar común y la felicidad. Gozamos todavía con espacios relativos de autonomía, producimos riqueza y gozamos de una democracia  El bien también existe. El instinto de la rebelión existe. El de la solidaridad también. La responsabilidad consiste en el reconocimiento de las limitantes frente al potencial creativo y solidario de la nación. En lo segundo tenemos todo un universo por explorar y conquistar. La ruinosa moral del neoliberalismo, con sus antivalores, debe dejarse de lado entre los habitantes de nuestro país. La moral solidaria es la que debe de imperar, igual entre asalariados y empleadores.  El lucro ilimitado debe desdeñarse como pústula moral. El empresario y el gran empresario deben de comprenderlo. El gran capitalista debe alfabetizarse en democracia, sobre todo porque algunos son muy burros; pero también hay empresarios sensibles y comprometidos con la democracia.

La democracia nunca es un hecho consumado. Al igual que la justicia y el bienestar económico, es un norte que se renueva constantemente como las generaciones que nacen y otras que mueren, cada cual con sus propias preguntas, silencios, y respuestas. El presidente Carlos Alvarado tiene la virtud no solamente de haber desatado una intensa polémica en relación al plan fiscal, pero ha puesto sobre el tapete la pregunta sobre el tipo de sociedad que se querría para los próximos 50 años. Costa Rica urge de completar esta conversacion.

http://www.elpais.cr/2018/10/15/el-mundo-y-nuestra-crisis-fiscal/

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