La decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en reconocer la obligación del Estado costarricense de hacer cierta en la práctica dicho derecho humano, es una una histórica victoria sobre el que se asienta el espíritu libre de occidente.
Nuestra juventud se encuentra dispuesta a democratizar los valores morales de la sociedad, se encuentra lista para desafiar los valores reaccionarios del viejo orden en materia de sexualidad y diversidad.
Nuestra juventud no vive en un globo aislado; sabemos que todo lo escucha y que todo lo ve. Y la razón les dice que cada persona tiene derecho a vivir su vida en libertad, con iguales derechos y deberes.
La emancipación de las identidades sexuales es un giro histórico universal que hay que acometer aquí y ahora. Hablamos de una lucha tan legítima y tan hermana del feminismo y de la emancipación de los esclavos.
No hay que ser parte de la comunidad LGBTQ para adivinar que las demandas mundiales de dicha colectividad son justas, razonables y racionales, y parte del maravilloso y bien asentado concepto de los derechos humanos.Tan importante fue el voto para la mujer como hoy es de trascendental el matrimonio igualitario, tan importante fue la abolición de la esclavitud como hoy es tan crucial dejar en el pasado la discriminación de género. Todavía más: Costa Rica debe dejar de ser un Estado confesional para garantizar la igualdad religiosa y la igualdad de todos los ciudadanos frente a la ley.
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