sábado, 19 de mayo de 2018

Realismo y malicia diplomática

El que Venezuela sea motivo de interés internacional, el hecho de que se encuentra envuelta en una tensión con algunos vecinos, los Estados Unidos y la Unión Europea, no implica para Costa Rica que deba involucrarse en los asuntos internos de dicho país y/o pronunciarse en todo.
El haber solicitado al gobierno de Venezuela, uniéndose al coro del Grupo de Lima, la suspensión de las elecciones de mañana, fue indigno de una política exterior inteligente. Estoy seguro de la buena fe de nuestra cancilller, pero prefiero que Costa Rica haga uso de su malicia diplomática.
El Grupo de Lima es impresentable, cortos de democracia y largos en corrupción. Gozan, también, de una anchura inconmensurable como lacayos de Donald J. Trump. Empero, el asunto de fondo, es que hay que rescatar el principio de la no intervención en los asuntos internos de las naciones y el respeto a la soberanía de cada Estado.
El asunto de Venezuela es muy complicado, sobre todo, porque uno de los poderes de la república, la Asamblea Nacional, es la que continúa solicitando la aplicación de sanciones foráneas en contra del régimen del presidente Maduro, sanciones que empeoran la calamitosa situación del ciudadano común.
Costa Rica debe mantenerse al margen de los llamados intervencionistas del Grupo de Lima, sobre todo porque son reproducciones de las intenciones belicosas de Washington. La malicia diplomática en favor de la paz debe ser nuestro mantra. Con independencia de lo que podamos pensar del gobierno del presidente Maduro, debemos los ticos priorizar lo que conviene a Costa Rica. No podemos andar lanzando amenazas a los malos gobiernos, porque de lo contrario, podríamos correr el riesgo de quedarnos sin embajadas y aislados del mundo.
Decía el senador de estadounidense, Patrick Leahy, que los “países pequeños deben saber cuándo andarle de cerca y cuándo de largo a Washington”. En los tiempos de ahora, de este momento, conviene a Costa Rica andar de lejos, lo más lejano que se pueda, del pirómano lanzallamas que habita la Casa Blanca. Esta malicia, entonces, deviene en nuestra máxima responsabilidad en la arena de las relaciones regionales.
Conviene a Costa Rica siempre propiciar el diálogo y la paz en el ordenamiento político internacional. Ayudar sin agitar la diplomacia en ningún conflicto regional o mundial. Una política exterior digna y discreta, sin bombos ni platillos, es la que ahora necesita el país; un perfil bajo no es sinónimo de inactividad. Puede ser todo lo contrario; puede permitirnos concentrarnos en áreas de la mayor importancia, como la que tiene que ver con las instituciones internacionales, relacionadas con los derechos humanos.
Conviene a Costa Rica mantener siempre las mejores relaciones con los Estados Unidos; estamos obligados por la cercanía con el gigante y porque nuestra economia de ello depende. Hay que combinar realismo y malicia para el beneficio nacional.
La política exterior de Costa Rica debe ser amiga de las iniciativas nobles de mediación, como en las que estuvo envuelto el expresidente español Rodríguez Zapatero en el conflicto de Venezuela. Porque, en efecto, sí existe un interés estratégico para nuestro país de que haya paz en el país suramericano. No queremos que la Patria de Bolívar se convierta en otra Libia, o en otra Siria, Para nosotros, la paz regional es vital para nuestra lucha en contra de la pobreza y en favor del desarrollo económico.
No me pareció adecuado que nuestra cancillería no tomara, discretamente, distancia del Grupo de Lima. La paz regional debe ser el mayor interés estratégico de nuestro país, y a partir de ello desarrollar una diplomacia calma, pulcra y honesta. A mi juicio el error es subsanable.

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