jueves, 8 de marzo de 2018

EL social-cristiano Rodolfo Piza apoya a Carlos Alvarado

En el fondo, lo que generalmente más aflige al ser humano no es otro asunto que el de la pobreza. Cuando no hay un techo seguro, cuando en una familia el alimento escasea y cuando la esperanza se convierte en amargura, no otra cosa vive el pobre que su desventura. Y en nuestra patria hay mucho de ello y demasiada pesadumbre, pues aparejada a la pobreza crece un ánimo de desesperanza multiplicado por mucho, sobre todo, en las zonas costeras de nuestra geografía y en las míseras barriadas de la ciudad.
Una democracia que se precie de ser social, siempre tendrá ella como consigna fundamental la aspiración del pueblo a la movilidad social. No hay duda que la mayor presea que un programa político le puede ofrecer a un pueblo no es otra  más que la aspiracion a la movilidad social. Ello le demanda al político un plan, un modelo de economía que no será mágico sino progresivo. Pero la esperanza tiene que estar ahí de manera muy manifiesta y explícita, traducida también en el lenguaje vernáculo de las masas. Hablar como pueblo, entender el alma del pueblo y mirar como pueblo, son requisitos indispensables para ganarse la confianza de los que menos tienen. Estas virtudes las tiene en su corazón el joven candidato del progreso.
Quienes han tratado a Carlos Alvarado, incluidos adversarios políticos, coinciden que en él se conjuga humildad y paciencia. Un campesino nicoyano advirtió la sencillez con la que conversa “porque puede hablar de todo y salir con cada cosa chistosa y seria que da gusto tomarse un cafecito con él.” Pero detrás del humor sincero, el hombre del campo delata en los surcos de su frente morena y tostada, una sonrisa socarrona a medio ir y a medio venir. “No crea don, cuando los políticos y politiquillos se dejan caer uno les sonsaca sin que se den cuenta y así uno se va formando una idea de como manchar el dedo.” (sic) Y no es para menos. Ya no son pocas las décadas de abandono con las que el neoliberalismo ha castigado a las familias trabajadoras del campo, a los pescadores artesanales de las costas y a los obreros de la ciudad. Carlos Alvarado lo sabe.
El candidato presidencial del partido Acción Ciudadana (PAC), es un joven dinámico que se levanta temprano y que a veces tiene que tragarse el pinto y el café para atender los compromisos con su pueblo. Alvarado no es ajeno a la malicia indígena de nuestra humilde gente; más bien  la respeta y mucho. Su vínculo con los más pobres no es nuevo.
Cuando fue Ministro de Desarrollo Humano e Inclusión social y Presidente Ejecutivo del Instituto Mixto de Ayuda Social, tuvo un destacado papel en los planes gubernamentales de lucha contra la pobreza. Luego fue nombrado Ministro de Trabajo por el presidente Solís. Entre sus logros destaca el haber propiciado los Mapas Sociales que permiten una mayor precisión para identificar y atender a las personas más pobres del país. En consonancia con lo dicho, Alvarado fue el artífice de la Estrategia Nacional de Reducción de la Pobreza (Puente al Desarrollo), que cubre a casi 55 mil familias que viven en pobreza extrema.
Carlos Alvarado es cristiano, profesa la fe católica romana, confesión marcadamente mayoritaria en Costa Rica y que comparte con su carismática esposa, la arquitecta Claudia Dobles Camargo y con el pequeño Gabriel Alvarado Dobles. “No hay duda, de verdad, ellos son una linda familia”, me contó una persona que los ha tratado.  
En una elección presidencial marcada por la irrupción del fundamentalismo religioso en la persona de su contendor, Carlos Alvarado ha dado la tónica de profesar un cristianismo muy personal y nacido de las mejores tradiciones judeo-cristianas, propias de la civilización occidental, es decir, directamente vinculadas a los ideales de libertad y democracia, de igualdad y fraternidad.
Quizá no habría mejor ejemplo de lo anterior que el apoyo dado por el Dr. Rodolfo Piza Rocafort, líder de los social-cristianos nacionales, a la candidatura del joven y batallador Carlos Alvarado. Vale recordar que el social-cristianismo costarricense tiene una amplia trayectoria a la que le debemos las grandes conquistas sociales iniciadas en la década de los 40. Sin la visión preclara del Dr. Calderón Guardia, habría sido poco probable haber hecho realidad la CCSS y el Código de Trabajo.
La inspiración cristiana del calderonismo de entonces y la cristiana que hoy enarbola el Dr. Rodolfo Piza, no fue ni es hoy una cruzada religiosa para apropiarse del poder del Estado. El cristianismo social es un gran esfuerzo humanista y sincero, sin cálculos egoístas, que se inspira en la doctrina social de la iglesia católica romana que tanto bien ha hecho a Costa Rica y que grandemente encuentra raíces ticas en el ideario del general Jorge Volio y su partido Reformista.
El cristianismo social tiene un trasfondo ético universal que supera todo sectarismo y que en nuestro tiempo le impide a la propia iglesia ser gobierno y que considera inconveniente hacer proselitismo electoral desde el púlpito. Precisamente es en este terreno, en el de la justicia social y los derechos humanos, donde la social-democracia y el social-cristianismo se dan la mano, porque por mucho es más lo que los une que cualquier otra diferencia.
Algunos analistas políticos dieron en el blanco: Carlos necesitó y necesita ahora multiplicar su mensaje en el propio alfabeto de los más pobres, ahí donde su rival logró -sin proponérselo nunca- calar en el sentimiento protesta.  En el fondo, es una sublevación en contra de 30 años de neoliberalismo y que paradójicamente encuentra en Liberación Nacional, a su más ortodoxo exponente. He dicho que es una paradoja porque el liberacionismo neoliberal se ha plegado al fabricismo y, peor aún, se ha adueñado de su discurso, a contrapelo de los intereses de un pueblo ilusionado con la quimera del fabricismo.  El discurso social-demócrata del viejo liberacionismo va a expresar un apoyo, como ya lo ha hecho, al proyecto político de Carlos Alvarado. Enrique Obregón Valverde y Leonardo Garnier Rímolo son liberacionistas que han justificado sobradamente el apoyo al joven candidato.
A mi juicio, Carlos debe llevar el mensaje masivamente a los territorios costeros y a las cordones obreros del universo urbano. El PAC ha despertado a la realidad de que su mundo no debe circunscribirse a Montes de Oca o al Valle Central y que necesita extender sus brazos ahí donde históricamente nunca ha sido fuerte, es decir, en las tierras donde campea la pobreza y el abandono, ahí donde las demandas son otras distintas de las aspiraciones legítimas de los estratos acomodados, medios e intelectuales.
Si todo lo anterior que he dicho se entiende, todo lo demás es músculo y pericia. Toca al PAC “invadir” dichas tierras y establecer una conversación honesta y diligente con sus moradores. Debe hacerlo ya, el tiempo apremia y debe ser contundente. Le toca a Carlos Alvarado no solamente convencer al país en general del programa PAC, sino que también debe de asumir personalmente el liderazgo de las propias fuerzas del PAC en su marcha hacia tierras donde es minoría. Este es el gran desafío y resolverlo bien resultará en una extraordinaria victoria.
El gran empujón social-cristiano que don Rodolfo Piza le ha suministrado a la campaña de Carlos Alvarado, es de gran importancia estratégica e indica claramente que el logro de acuerdos patrióticos para el bien del país es posible. No solamente es exitoso que ambos líderes llegaran a un convenio pero igual de importante es la manera en como lo lograron. Ello se puede sintetizar con aquella famosa frase que dice “despacio porque tengo prisa”. No sería nada extraño que Piza le sume a Carlos los votos necesarios para triunfar. Así será.

http://www.elpais.cr/2018/03/08/el-socialcristiano-rodolfo-piza-apoya-a-carlos-alvarado/

martes, 6 de marzo de 2018

EL FALSO CRISTIANISMO DE FABRICIO Y SUS CLERIGOS

Nunca como antes me había planteado la urgencia de resolver en mi mundo -en la órbita de mi pensamiento y de mi praxis-  la correlación de mi fe cristiana y de sus instituciones religiosas en la vida civil de mi patria. Y cuando hablo de la “vida civil” puntualizo, en este caso, que es lo que tiene que ver con el ejercicio del poder político desde el gobierno.
¿Debe una institución religiosa apropiarse del poder del estado? ¿Es ello democrático? ¿Se podrá garantizar la libertad? ¿Se desanima con ello el principio constitucional de que todo ciudadano es igual ante la ley?  Las preguntas son pertinentes pues conciernen al conjunto de la ciudadanía o al colectivo de la sociedad civil. A mí, en lo particular, me interesa también el lado teológico del asunto. En todo caso, es importante no confundir el análisis político con el teológico y viceversa.
Como creyente cristiano ha sido inevitable para mí  hacer todas estas preguntas, teniendo a la vista que hoy un partido político religioso, Restauración Nacional, bien podría ganar las elecciones y hacerse cargo del Poder Ejecutivo.
El neopentecostalismo cristiano ha hecho lo que nadie ha podido y, posiblemente, lo que casi nadie ha querido hacer. Partió al país en dos y prácticamente de manera irreconciliable. La casa de David -para usar una metáfora bíblica- vive hoy dividida, tristemente, porque no hay que olvidar que la enorme mayoría cristiana de nuestra nación no es fabricista ni acólita de Restauración Nacional. Pero es dicha minoría fabricista la que tiene en jaque a nuestra democracia.
La gran mayoría cristiana de Costa Rica es democrática (no sé si profundamente democrática) y afín a los ideales de la República. Hoy no se puede concebir un cristianismo auténtico que no se deba a la libertad, a las instituciones democráticas y al reconocimiento expreso de que para salvaguardar la absoluta libertad religiosa, el estado, y la iglesia deben de coexistir separadamente.  
El clero neopentecostal ha llevado a su importante grey al más árido desierto, a una peligrosa imprudencia, de querer para sí el poder del gobierno y el monopolio de la moral. Dicho clero se ha valido de su influencia y de toda una red de creyentes distribuida a lo largo y ancho del país.
¿Quién aspira a detentar tan importante poder? Indudablemente un clero -y no precisamente el católico o el protestante- sino un clero fanático, supersticioso y exprimidor de los bolsillos del pueblo; un clero inculto, vanidoso, manipulador de la sencillez de un pueblo que busca a Dios en medio de sus tribulaciones; y un clero cínico, desleal con el Cristo crucificado del apóstol Pablo.
Hablo de un clero que no practica el cristianismo de Cristo ni el evangelio de la redención. Me refiero al clero de Restauración Nacional, al clero de Fabricio Alvarado, a ese clero que se hace rico a costa del pobre y que vende indulgencias en forma de aceite o de agua.
Hablo de un clero corrupto que trafica almas de un lado para otro, ahí donde haya dinero fácil.  Y es dicho clero el que quiere llegar al poder del gobierno, pervirtiendo con ello las instituciones democráticas de nuestra nación.
Como cristiano protestante de vieja data, yo amonesto a ese clero por su apostasía, pues si algo está claro en los evangelios es que el cristiano no está llamado a desunir, ni a discriminar, ni hacer de la palabra de Dios un negocio y, mucho menos,  hacer del evangelio un espacio para esparcir doctrinas de odio.
¿Cómo es que llega Restauración Nacional a convertirse en una pesadilla? Por negligencia del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) en la persona de su presidente, Antonio Sobrado. No hay excusa que justifique la escandalosa impericia del TSE porque a decir verdad, los partidos religiosos han funcionado en varias elecciones ilegalmente a vista y paciencia de nuestra autoridades electorales.
Es un deber el amonestar y denunciar a un clero goloso y concupiscente con las “mieles” del poder, con la carne de la avaricia y con el impúdico menosprecio de la concordia. Llamar a estos políticos “cristianos” es un elogio que no merecen; son lo que son, es decir, religiosos fanáticos.
Un gobierno democrático lo es cuando representa a todos sus ciudadanos sin excepción y cuando sin excepción respeta la diversidad de sus gobernados. Un gobierno de Fabricio sería la negación de la igualdad ante la ley, la negación de la justicia y el empequeñecimiento de la libertad.
Los cristianos tenemos todo el derecho del mundo de interpretar la Biblia conforme  a nuestro entendimiento y conciencia. Pero los cristianos no podemos ni debemos apropiarnos de la palabra de Dios para constituir un gobierno. Ello sería traicionar a Cristo y mancillaría  la dignidad del resto no cristiano de nuestros conciudadanos.
En democracia el estado vela por los derechos y obligaciones de toda la gente, creyentes o no, porque el estado democrático es el garante del bien común, asunto que está por encima de nuestras particulares creencias religiosas.
Como cristiano yo le debo respeto al judío, al musulmán, al budista y al hinduista, así como al no creyente. La democracia es así y la nuestra está inscrita dentro de esos parámetros. Hoy, sin embargo, se encuentra amenazada.   
El neopentecostalismo de Restauración Nacional viola dicho parámetro y pone en peligro nuestra democracia y nuestra libertad, al violentar el principio de igualdad ciudadana consagrado en el artículo 33 de la Constitución Política.
El mundo de nuestros hermanos y hermanas musulmanes es un infierno en ciertas regiones del planeta, precisamente porque no existe una separación explícita y clara entre lo secular y lo religioso. No hay nada más odioso ni tenebroso que hacer guerras en nombre de Dios; no hay nada más insidioso que en nombre de la fe se divida una casa, y no hay pecado más elocuente que el de castigar al prójimo con la discriminación.
El Cristo que yo alabo es el Cristo de los evangelios, el Cristo de la paz, el Cristo de la misericordia y el Cristo del amor. No hay otro Cristo porque los otros son falsos. Y hoy la falsedad sigue siendo moneda común en templos e iglesias. Son muchos lo mercaderes que hay que echar del templo. No hay duda.
Dios no tiene un color político y cuando se utiliza el púlpito o la influencia del clérigo para llevar votos a una casa temporal como lo es una elección, entonces se sabrá que dicha tropelía no viene de Dios sino del mundanal ruido.
Dios nunca nos va a decir por cuál candidato votar, Dios nunca va a decidirse en favor de un equipo de fútbol en demérito de otro. Dios no es maquinita de dulces donde se echan unas monedas y  salen confites. Sostener lo contrario sería ignorancia o bandolerismo.
Restauración Nacional debe ser denunciado en los niveles político y teológico. Cuando la iglesia ha sido poder político, cuando ha detentado el poder del estado y del gobierno, el resultado ha sido dantesco en división, sufrimiento y genocidio.  Lo dicho no es broma ni exageración; baste con estudiar la lúgubre lista de las guerras religiosas.
Dios se reconoce en el amor al prójimo; este amor es una gracia para todo ser humano sea creyente o no, sea cristiano o no, sea cuerdo o sea loco.  Esta gracia perdura porque es universal y eterna para todo ser humano nacido antes de Cristo o después de Cristo, haya escuchado o no el mensaje del Redentor.  Ninguna de estas grandes murallas importa porque como hijos e hijas del Creador gozamos de su divino hálito por el solo hecho de haber nacido. Ni las fronteras ni el tiempo, ni las circunstancias ni los conflictos históricos y personales pueden cercenar y arrebatar esta dignidad.
El árbol taxonómico de la cristiandad es sorprendente por mayúsculo.   Nuestra historia como cristianos está plagada de sismos y fraccionamientos increíbles. Si nuestro deber es amar al prójimo como a uno mismo, no ha sido ocasional mandar al disidente a la hoguera y a la condena.  
La inmadurez de la cristiandad  -a pesar de sus dos mil años- tiene proporciones monumentales; sin embargo, para un cristiano el deber de amar se mantiene incólume, complementado con el deber de amar a Dios con todas las fuerzas.  
La teología de Jesús novedosamente se ocupó del alma y del mandamiento de amor para trascender las ingratitudes de nuestra corta estancia en la Tierra.  Al aspirar el cristianismo ser una confesión de fe para todas almas, nace como una prédica de universalidad redentora, es decir, el cristianismo de Jesús está dirigido a cada ser humano en particular, renunciando de antemano a todo poder político en los asuntos públicos. ”Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, es la lapidaria sentencia de Jesús para partir en dos el conocimiento entre lo temporal y lo eterno.  
La cristiandad es y ha sido cruel con sus propios congéneres.  Cristianos han mandado a otros cristianos al suplicio y a la muerte; cristianos han condenado y todavía condenan a otros cristianos al tormento eterno. Conviene no olvidar cómo se usó el símbolo de la cruz contra judíos y musulmanes o en las conquistas de los pueblos originarios del planeta. Pero todo ello no ha sido obra de Jesucristo sino de sus epígonos, pues Dios no es de nadie y a todos pertenece. Apropiarse de Dios desde la política es blasfemia.
La política se confina a dilucidar el “problema del poder”, desde el único lugar desde donde puede hacerlo: desde las coordenadas de la historia, desde lo finito o lo efímero. La iglesia ha pasado prácticamente su existencia en el lado equivocado de la historia, siendo ella misma poder político con las funestas consecuencias que llevaron a sus instituciones hasta practicar el genocidio.  Las instituciones religiosas deben abandonar, a mi juicio, cualquier tentación para acariciar los poderes públicos. El poder del estado obtenido desde el evangelio es falso, corrupto y antibíblico. Jamás la doctrina de Jesús enseñó que el objetivo de su prédica fuese el poder político.Las instituciones cristianas ya no deben de existir para procurarse el poder político y ello es algo que Fabricio y sus clérigos no aceptan.  
No es que el cristiano no pueda opinar de política, ni que se inspire en sus convicciones para tomar una decisión política. Claro que está en su derecho hacerlo. Porque el cristiano o el religioso de otra tradición no solamente es  un ser religioso, sino también, como en el caso de Costa Rica, un ciudadano y, por lo tanto, un ser político de pleno derecho. Pero hablemos claramente. El proyecto de Fabricio Alvarado es el de llevar al poder del gobierno nacional a unos cuantos clérigos corruptos. Esa es la verdad. No conviene que ello suceda. No conviene a la sociedad civil ni conviene a la mayoría cristiana de nuestro país ni al pueblo en su conjunto. Un gobierno de clérigos -peor si es a la sombra- sería no otra cosa que un caos sin precedentes en nuestra historia republicana.

http://www.elpais.cr/2018/03/05/el-falso-cristianismo-de-fabricio-y-sus-clerigos/

viernes, 2 de marzo de 2018

LA VICTORIA DE CARLOS ALVARADO ES POSIBLE Y MERITORIA

Las encuestas van a cambiar en favor de Carlos Alvarado. Los debates le darán un venturoso empuje. Las cosas se irán complicando más en el lado de Fabricio. El "combate" es todo suis generis mientras el tictac del reloj sigue marcando el tiempo. El primer debate anunció las nuevas condiciones de la elección. Borrón y cuenta nueva. Lo que seguirá será de película.
Se escabulle, baila sobre su propio eje, hacia atrás, busca las cuerdas para guarecerse de su propio fantasma, espectro no otro que el de una propia y proverbial ignorancia de lo público. Por supuesto que me refiero a Fabricio. El desempeño de este caballero hirió al Cantinflas de Mario Moreno, destruyó la razón de ser de la jocosidad. Su brincadera fue insulsa y sin moraleja. Su espectáculo fue desabrido y abyecto para una elección presidencial.

No sería de extrañar que Fabricio empiece a cancelar debate tras debate. Que el miedo que le provoca su incapacidad lo carcoma, que le falle el verbo fácil y la pose ensayada. Necesita batirse en retirada en busca de un espacio seguro y de una zona de confort hecho a su medida.

Carlos Alvarado no tuvo rival ni hubo debate en sentido estricto. Carlos fue literalmente superior en todo, estuvo solo, dedicado a dibujar un contraste entre una persona que sabe de los temas y otra persona que no sabe nada de nada.
El Alvarado preparado no tuvo necesidad de buscar el cuerpo a cuerpo con su contrincante ni de golpearlo. En el fondo, en este cuadrilátero especial de la segunda vuelta, los boxeadores fueron 3 y 2 los combates. De un lado, Carlos Alvarado haciendo muy explícito el contraste entre él y su contraparte, asunto que Carlos resuelve por nocaut técnico; por otra parte, Fabricio enfrentado fuertemente con su propia sombra, a un alter ego asustado, acobardado o, si se quiere, huidizo y espantado.
Fabricio ya se está dando cuenta que una cosa es predicar en un templo y otra, muy distinta por cierto, dirigirse a toda la nación donde el deber del candidato es conocer a fondo los problemas del país y ofrecer soluciones fundamentadas. Decía que en el fondo no hubo debate ni controversia, porque Fabricio se dedicó a huir de sí mismo y Carlos a contestar con propiedad y aplomo las preguntas del moderador.
Es innegable el carisma de Fabricio entre los suyos, entre su base o barra brava; es un carisma que a lo sumo atrapa a medio millón de electores, número que no alcanza obviamente para hacerse con la presidencia de la república. Ciertamente el carisma de Fabricio no es una cobija que pueda extenderse fácilmente más allá de las fronteras marcadas por los resultados en la primera vuelta. Su carisma se encuentra hoy severamente limitado. Pero ojo, mucho cuidado, porque ese medio millón de voluntades es muy obediente y se encuentra altamente motivado. Frente a dicho “ejército” hay que oponer otro que responda a la causa de la democracia y la república; este debe ser un “ejército” tan intenso y abnegado como el otro.
Otro, sin embargo, es el cantar para Carlos Alvarado que tiene los recursos personales e ideológicos para atraer hacia sus tiendas a muchos electores que no votaron por él. En fin, Carlos Alvarado lo tiene todo para estar a la ofensiva.
La pregunta del millón es si Carlos debe buscar a su contrincante con el afán de sacar partido de las insólitas falencias de su contrincante. Mi juicio es que Carlos debe hacerlo, cuidando eso sí, que su ofensiva no se traduzca ni sea percibida como arrogancia y desprecio.
Ciertamente que en esta elección surge con Fabricio una corriente amarga “antiintelectual”, abrazada fervorosamente por la teología de la prosperidad, que enuncia que la vida social debe someterse a las revelaciones y no a la razón, al proselitismo y no a la ciencia. Esta contraposición maniqueista, reduccionista, termina por declarar una guerra en contra del “ser intelectual” por ser él fuente de “inútiles desviaciones humanistas”. Este sentimiento profundamente “antirenacentista" es una realidad que la presente elección a puesto al descubierto, realidad que hay que considerar y saber medir en defensa de los más encarecidos valores republicanos. Pero a su vez, esta miopía es una formidable valla en el propio campo de Fabricio y que le impide hacer consideraciones más cercanas a la realidad.
De una fuente 100% creíble que por obvias razones no debo ni puedo divulgar, la dirección política de Fabricio se debate un día sí y otro no en cómo mantener la ventaja numérica al día de hoy. Al interior de dicho grupo se dice lo siguiente: 1. que la estrategia consiste en mantener los números ventajosos hasta el día de las elecciones; 2. que es imposible aumentar la ventaja considerablemente y que, en todo caso, ven posible triunfar, si la abstención se mantiene y si Fabricio modera el mensaje, desplazando los temas controversiales por otros más inocuos; 3. que las declaraciones de Francisco Prendas causaron un cisma en el círculo cerrado de Fabricio, sobre todo entre Carlos Avendaño y Prendas, pues según se me relató Avendaño dijo “si seguimos así perdemos las elecciones.” 4. que Prendas vetó la contratación “del chileno Iván” mientras que Avendaño la favoreció; 5. que el Fabricio público difiere del privado, por cuanto este último ya resiente la carga que implica el no estar preparado para algo que nunca imaginó; 6. que Prendas a regañadientes salió a la prensa para disculparse públicamente por sus declaraciones homofóbicas al ser presionado por Avendaño; 7. que en el devenir accidentado de la campaña política, Avendaño ha tenido que salir al paso para afirmar su condición de jefe político de Restauración frente a las poses puramente religiosas de Alvarado y Prendas y frente a ciertas “tortas” que comenzaron con el incidente en San Carlos, donde un grupo de madres y padres protestaron en contra de la ministra de Educación y con la participación de una exasesora de Fabricio; 8. que la “gerencia de campaña” no sabe si conviene atacar directamente a Carlos Alvarado por su asocio con el presidente Solís, o simplemente ignorarlo sobre todo en los debates; 9. que lamentan haber fracasado en el intento por conseguir alguna adhesión de los expresidentes.
Fabricio se inclina por no arriesgarse mucho. Ahora RN se encuentra paralizado en cuanto a asumir riesgos. La carta firmada por 22 diputados, incluyendo a dos del PAC, en protesta ante la “injerencia” de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en nuestros asuntos, es una “oda a la ignorancia” como bien lo dijo la Defensora de los Habitantes. Pero es una movida calculada del fabricismo para parapetarse detrás de otros legisladores “apóstatas” e incultos y con ello satisfacer a su base por el momento, minimizando el factor riesgo.
Puedo entender por lo que se me ha contado que el equipo de Fabricio no ve una victoria fácil y exenta de riesgos. No es difícil concluir que el principal obstáculo que Restauración tiene para triunfar reside en el candidato mismo, es decir, en Fabricio Alvarado. No tiene él ninguna “pegada” en los debates y su principal capital político se agotó en la primera vuelta, no siendo el caso de Carlos Alvarado quien tiene frente a sí un mar de oportunidades para seguir sumando. El obstáculo más importante para Carlos Alvarado no es su contrincante, sino en cómo traducir su mensaje en uno de esperanza en el lenguaje vernáculo y mental de los estratos más pobres de nuestra sociedad. Es ahí donde el candidato y su publicidad debe martillar. Los votos de la victoria se buscan en todas partes pero, en particular, hay que asegurarse una buena proporción de apoyo entre los que menos tienen si de triunfar se trata. La oportunidad es de oro. Carlos no tiene que distraerse con un rival de poca monta, asunto le permite concentrarse en aumentar fuerzas ahí donde ha sido débil.
No por ello hay que menospreciar al rival. Todo lo contrario. Yo animaría a Carlos a que ponga en evidencia cada vez que pueda la insolvencia intelectual de su adversario. La política electoral demanda malicia y humildad. No le pase a Carlos Alvarado lo que a Daniel Oduber en 1966 cuando nuestro benemérito dio por segura su victoria y despreció a José Joaquín Trejos Fernández, al hombre de “las manos limpias”, a “cielito lindo”, al candidato de la entonces Unificación Nacional, colores azul, amarillo y azul. Cero desprecio por el rival.
Hoy Carlos Alvarado no se encuentra en condiciones de pregonar una delantera. Carlos debe estar en guardia, atento y a la ofensiva. Digamos que en política no hay rival pequeño por más incompetente que sea. La victoria de Carlos Alvarado es posible si aprovecha todas sus ventajas para sumar y sin menospreciar ninguna.