jueves, 15 de febrero de 2018

DE CIEGOS, SÍMBOLOS Y DEL GRUPO COALICIÓN COSTA RICA


Doña Marisela Rojas Zamora tuvo un desempeño embarazoso y angustiante cuando fue descubierta en su ardid de querer infiltrar sorpresivamente la reunión en San Carlos entre la ministra encargada del MEP y un nutrido grupo de padres y madres de familia. Así lo informó el periódico La Nación.

No le sirvió hacerse la ciega para tratar de montar frente a la titular de Educación una plaza pública o una bulliciosa arenga inconveniente para la racionalidad democrática.  Don Fabricio Alvarado también se hace el ciego al condonar implícitamente el accionar de su asesora. No distanciarse del obrar dudoso de la señora Rojas constituye un error fundamental del fabricismo si aspira a cortejar inteligentemente al indeciso no religioso que sigue siendo mayoría.  

El espectáculo estilo Talibán visto en Ciudad Quesada no le suma en nada al candidato  de Restauración Nacional  y le podría restar votos necesarios entre los electores indecisos que están en medio de tanto bochinche. Pierde el inexperto Fabricio Alvarado una oportunidad de oro para vender una imagen de moderación y ecuanimidad; si no cambia el rumbo a él lo perseguirá un retrato  de no ser el candidato presidencial de todos los costarricenses sino el de una minoría arrebatada por un mesianismo fanático.  

El primer error del fabricismo es la veda de hablar con la prensa que les impuso a los diputados electos de su partido, error que dice mucho y muy mal por sí solo y que solamente puede ser capitalizado si se martilla sobre el mismo. En una elección que promete ser ajustada cada error cometido se vuelve crítico.  

Quienes apoyamos la candidatura de Carlos Alvarado tampoco debemos hacernos los ciegos ante el fenómeno del fabricismo. En el fondo, dicha tendencia política-religiosa  es un buen espejo de las fracturas sociales que vive nuestro país.

El apoyo masivo al fabricismo ha encontrado un eco simbólico en el ser modesto de su candidato, un eco de protesta social, parecido al de José María Villalta hace cuatro años.  La implosión del caso del “cementazo” sirvió de válvula de escape a los rencores acumulados por décadas en el corazón del  pueblo; escape hecho de ira e indignación y que ahora anida en las tiendas del fabricismo.  El PAC necesita acortar la disparidad ideológica y material entre el Valle Central y el resto del país, entre lo urbano medio y afluente, y la urbanidad pobre y precaria. El mensaje del progreso, eso sí, debe de adaptarse al lenguaje vernáculo de cada estamento social  para que pueda ser entendible, para que el costarricense muy pobre pueda decidir si la oferta vale la pena o no.

No se trata de derrotar a Fabricio Alvarado sino de vencer al Fabricio Alvarado hecho símbolo en las provincias pobres y entre los que menos tienen. Se ha convertido él en símbolo porque ha vendido la idea de tener a Dios de su lado y de ser él mismo  un cumplidor diligente de la palabra divina. Fabricio ha vendido exitosamente la palabra “esperanza” sin tener que embarcarse mucho en promesas materiales. Esta fascinante encarnación solamente necesitó de un motivo para estallar y Fabricio la vió venir correctamente con el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).  Por supuesto que esta realidad no puede explicarse como resultado de alguna magia, sino que en ella confluyen un poco más de tres décadas de neopentecostalismo y neoliberalismo a ultranza que en síntesis refleja la muerte de la II República y su simbología de progreso.  

El problema que Carlos Alvarado debe resolver es el traducir su mensaje entre lo más pobres y en cómo convertirse él mismo en un símbolo de los desheredados de la patria, porque es en dicho conglomerado donde se encuentran los votos que necesita para sellar una victoria y porque la metafísica política tiene un lugar intrínseco en la realidad política, detalle nada despreciable.

El PAC ha despertado a la realidad de que su mundo no debe circunscribirse a Montes de Oca o al Valle Central, sino que necesita extender sus brazos ahí donde históricamente nunca ha sido fuerte, en las tierras donde campea la pobreza y el abandono, ahí donde las demandas son otras distintas de las aspiraciones legítimas de los estratos acomodados, medios e intelectuales.

El Grupo Coalición Costa Rica merece ser vista con buenos ojos, su nacimiento es providencial.  Reconstruir el gran marco de las nuevas promesas democráticas de la movilidad social -de abajo para arriba- es una empresa que rebasa las posibilidades del mismo PAC. Cerrar la brecha social y defender los valores de la democracia laica requiere de un entendimiento social amplio que debe  construirse en la presente coyuntura.

Nos enfrentamos al dilema de tener que nacer otra vez y asumirlo como patria, o, en su defecto, acomodarnos a la desdicha de tener que prolongar un aluvión de quejidos patrios sin norte. Hoy ser progresista no es una moda, una pose de cafetín, sino una necesidad y, en muchos casos, un deber.  

El Grupo Coalición Costa Rica nace como un lugar natural de encuentro entre diversas corrientes democráticas, republicanas y progresistas dispuestas a que el país no retroceda y comprometida con su progreso material y moral, como lo han entendido miles de ciudadanos que a título personal hacen causa común más allá de los colores partidarios. La causa es una: defender y construir una democracia con justicia social. Porque, después de todo,  defender la democracia significa conjuntar a una nación para vencer la miseria, la pobreza extrema y la ignorancia. En la Coalición Costa Rica cabemos todos, todos los ciudadanos de buena fe.

sábado, 10 de febrero de 2018

CONFESIÓN DE UN CRISTIANO QUE APOYA A CARLOS ALVARADO.




En política primero y sobre todo soy demócrata, y progresista, creo en la diversidad y la inclusividad y soy firme defensor del estado laico; en lo personal, en mi vida espiritual, soy primero de Dios, segundo de Dios y tercero de Dios.
Porque en la democracia creo, porque en la libertad y en la justicia me deleito, y porque convencido estoy de que todo ciudadano debe ser igual ante la ley, no lo he pensado dos veces en apoyar al aspirante del progreso. En los asuntos temporales de mi vida, en la transitoriedad de mi efímera existencia, mi compromiso es con la libertad y la justicia social.
En los menesteres de la eternidad mi devoción yace con Dios, ese Dios verdadero que es de todos y todas, de ese Dios que no tiene color político porque a nadie pertenece y que con su brillo majestuoso a nadie discrimina y a nadie endilga la muerte.
El adversario podrá tomar en vano el nombre de Dios y no será mi carga; en todo caso, efímera también es la iniquidad.

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jueves, 8 de febrero de 2018

EL MUNDO DE LAS PALABRAS POLITICAS

En el universo reinan la gravedad y el perenne movimiento. Todo cambia, todo se transforma. Nunca nada en el espacio deja de moverse ni el silencio puede ser total. Estas son dos premisas, fundamentales, a mi juicio, que explican la irrupción de Dios en el texto humano y en su devenir.
La palabra humana no se encuentra exenta de la efervescente y hasta de la caótica realidad que nace de la materia física y cuyo coro nos canta protones, electrones, neutrones, quarks y leptones.
El estudio científico de la materialidad física es intrínseco al conocimiento filosófico que siempre busca encontrarse con la “realidad” y con la tormenta de sus significantes y significados. El mundo de las palabras no escapa a tanta vorágine.
Los vocablos “izquierda” y “derecha” tanto como la de “centro” se han vaciado de contenido, han devenido en conceptos vacíos. “Izquierda” es una palabra que uso para denotar a lo sumo una sensibilidad por la justicia social pero, sobre todo, para subrayar una adherencia a los principios republicanos y democráticos debatidos en el siglo XVIII entre los jacobinos, girondinos y los del Llano, ya en el marco de la Revolución Francesa.
Aparte de lo dicho, los vocablos en cuestión no tienen otro valor más que el indicado. Esta vacuidad conceptual es columna de la Torre de Babel, de malos entendidos y de confusiones rocambolescas.
El mundo de las palabras es un campo minado. Así las nociones de “izquierda” y “derecha” son rudimentos de poco valor científico, difíciles de tomar en serio para explicar la realidad.
Las autopsias semánticas se encuentran llenas de porfías verbales. El estudio forense de las palabras nos confirma que la vida fluye y que ella se transforma de manera incesante, en una perpetua dialéctica inspirada y nacida del mundo físico material. El oleaje de todas palabras yace en el infinito mar de la vida y la muerte.

martes, 6 de febrero de 2018

LA ESTRATEGIA PARA QUE CARLOS ALVARADO TRIUNFE



Creo que quienes apoyan a Carlos Alvarado tienen más clara la necesidad de enfocar la atención en él como persona y como líder político. Les conviene no ubicarse en el terreno donde Fabricio quiere estar: en el teológico y moralista.  Los seguidores del PAC deben abstenerse de descalificar la religiosidad de Fabricio y de sus cientos de miles de seguidores porque en el fondo la presente elección no es sobre ello. La fe en todas sus vertientes no debe ser motivo de encendidas polémicas y no debe ser el tema central. Aunque es justo el señalamiento de que Restauración Nacional ha manipulado y sigue manipulando una legítima necesidad espiritual de las masas con un propósito electoral inconfesable, también es cierto que la prioridad es ganar las presentes elecciones y que para ello es determinante proponer, lo más que se pueda, los temas y el tono del debate en el terreno del PAC. Ciertamente Carlos Alvarado va a ser presionado a debatir sobre el matrimonio igualitario, el estado laico y otros temas controversiales, asunto que puede enfrentar muy bien sobre bases legales (CR se encuentra obligada a cumplir con instrumentos legales internacionales) y abriendo el portillo a la necesidad de instalar un diálogo nacional sobre el tema. Es este punto en particular, junto al caso del cemento, donde Carlos Alvarado debe practicar una y otra vez en cómo argumentar mejor y potenciar  sus cualidades retóricas de orador. La razón y la justicia lo asisten.

La gente PAC y sus aliados, deben disciplinarse en cuanto a la calidad del mensaje cívico a compartir públicamente, evitando el insulto y la gritería inútil. Hablar con la razón en la mano, sin populismo ni demagogia, no es sinónimo de carencia de pasión y vehemencia.  Puede ser todo lo contrario. Carlos Alvarado tiene la principal responsabilidad de convalidar el discurso democrático con energía desbordante, carismática, capaz de motivar a los que menos tienen a creer que existe una vía real para seguir mejorando las condiciones de vida. Por ello, debe llevar el mensaje masivamente a los territorios costeros y a las cordones obreros del universo urbano. El PAC ha despertado a la realidad de que su mundo no debe circunscribirse a Montes de Oca o al Valle Central y que necesita extender sus brazos ahí donde históricamente nunca ha sido fuerte, en las tierras donde campea la pobreza y el abandono, ahí donde las demandas son otras distintas de las aspiraciones legítimas de los estratos acomodados, medios e intelectuales.

Si todo lo anterior que he dicho se entiende, todo lo demás es músculo y pericia. Toca al PAC “invadir” dichas tierras y establecer una conversación honesta y diligente con sus moradores.  Debe hacerlo ya, el tiempo apremia  y debe ser contundente. Le toca a Carlos Alvarado no solamente convencer al país en general del programa PAC, sino que también debe de asumir personalmente el liderazgo de las propias fuerzas del PAC en su marcha hacia tierras donde es minoría. Este es el gran desafío y resolverlo bien resultará en una extraordinaria victoria.


lunes, 5 de febrero de 2018

AYER NO TRIUNFO LA DEMOCRACIA

Ayer no triunfó la democracia. Ciertamente logramos votar en paz y libertad, además el costarricense fue a las urnas con un alto  nivel de civismo, su participación fue alta pero no triunfó la democracia. El partido que sacó más votos, el que triunfó limpiamente en términos de sufragio,  no es un partido demócrata y no posee una ideología democrática; se habla de un partido que exprofeso discrimina, que exprofeso levanta una “verdad absoluta”de exclusión y odio.  


La maravillosa gente PAC debe entender que vivimos un momento histórico en que se vislumbra el parteaguas político de nuestro tiempo: entre demócratas y antidemócratas. El demócrata cree en los derechos humanos, en el deber de gobernar para todos y todas, cree en el principio de igualdad ante la ley y cree en la educación científica. El antidemócrata podrá creer correcto medirse en un torneo electoral, pero los fines de su ideología totalitaria lo animan a no sonrojarse al proclamar que hay ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda.


Mucho pueblo que votó por la agenda totalitaria no lo hizo a sabiendas del impacto negativo que “su victoria” tiene para la democracia y sus instituciones.  Un pueblo emocionalmente manipulado, cegado por la superchería de sus líderes, fue llevado a blandir una navaja en contra de la democracia. Ayer no triunfó la democracia; triunfó una propuesta aberrante antidemocrática.


Los demócratas tenemos que acuerparnos  todos y triunfar con Carlos Alvarado a la cabeza en la segunda ronda. El demócrata consecuente no tiene otra salida, no tiene excusa para ser indiferente. Vamos con todo, con todas nuestras energías porque nuestra causa es bandera de la razón y de la democracia, de la libertad y la igualdad, y de la justicia y el decoro. El PAC se consolida como la primera ínea de defensa de la democracia frente a los crecientes engendros autoritarios.


viernes, 2 de febrero de 2018

DE CRISTIANO A CRISTIANO: CRITICA A LA CANDIDATURA DE FABRICIO




Al escribir estas palabras tengo en mente a un buen número de familiares, amigos y conocidos cristianos que han decidido apoyar a Fabricio. Los respeto y en nada cambiará el afecto que les tengo. Tambien  escribo estas reflexiones porque yo soy un cristiano protestante que toma muy en serio al Dios de la tradición judeo cristiana y conforme a las escrituras Dios único, Dios personal, Dios invisible, Dios histórico, Dios de justicia y, sobre todo, Dios de amor.  Sea, entonces mi juicio, uno sincero, franco, sobre las inconveniencias de la candidatura presidencial  de Fabricio Alvarado.
Estas palabras las escribo con el respeto y la especial consideración que me merecen las hermanas y hermanos de fe en sus múltiples expresiones.  Convencido estoy que la política hoy no nos debe agriar como cristianos, menos sobre bases teológicas, pues al elegir al próximo presidente de nuestro país lo hacemos a título de ser ciudadanos de una república democrática. Y la república nos representa a todos y a todas, creyentes o no. Esta consideración democrática de ciudadanía nos vincula en derechos y deberes que debemos atender con esmero para asegurar la convivencia pacífica, ojalá culta, entre una multitud de credos y diversidades que se enseñorea en el alma nacional.
Como cristiano yo le he pedido a Dios discernimiento para escudriñar que es lo que más le conviene a nuestra nación,  le he pedido su guía a solas, en el ámbito de mi esfera privada y le he pedido inspiración para dilucidar los dilemas en los que un candidato religioso pone a nuestra nación. Es este Dios personal el que me confiere luces de entendimiento conforme a mis aptitudes, conforme a mi conocimiento y conforme a mi potencial para discernir lo correcto de lo errado. Otros cristianos le pedirán consejo a Dios y llegarán a una conclusión opuesta a la mia.  Quizá Fabricio haya orado y no por ello mi oración sea menos que la de él, pues tendrá revelaciones apropiadas para su nivel de sinceridad y experiencia. Este nivel de subjetividad redentora en la doctrina de Cristo hace todavias más peligrosa la incursión de lo religioso en lo político.
De de todas formas, el evangelio de Jesús no es exclusivo de alguien y a todos pertenece; pertenece al rico como al pobre, pertenece a la mujer como al hombre; pertenece al loco como al cuerdo; pertenece al bueno como al malo; pertenece al joven como al viejo; pertenece al transexual como al heterosexual; pertenece al analfabeta como al letrado; pertenece al culto como al inculto; pertenece al asesino como a la víctima’; pertenece a la inocencia como a la malicia; pertenece al justo como al injusto; pertenece al negro y como al blanco; pertenece al sublime como al vulgar. El evangelio de Jesús es como el aire limpio, es de todos y todas, y a nadie pertenece. Así las cosas, ¿cómo es que cualquier persona puede reclamar para sí misma una verdad política basada en el evangelio de Jesús? Ello es imposible, porque la política electoral es lo más parcial imaginable, es lo más mundano e interesado que existe, tan mundano como el poder, la fama y el dinero.  Porque el evangelio de Jesús entra a trabajar en este mundanal ruido, entretejido con nuestras falencias y victorias, pero siempre trascendiendo la estridencia anárquica de nuestro extravío y turbulencia moral. En consecuencia, la teoría política del poder desde el evangelio, contradice las enseñanzas bíblicas del Maestro porque las buenas nuevas son para todos, en todas partes y en todo tiempo.  Dios no tiene un color político y cuando se utiliza el púlpito o la influencia de clérigo para llevar votos a una causa tan temporal y mezquina como es la de la política,  entonces sabremos que dicha tropelía no viene de Dios sino del mundanal ruido.
Dios nunca nos va a decir por cuál candidato votar, nunca se va decidir a favor de nuestro equipo de fútbol en contra de otro. Los cristianos no somos diferentes del resto de los mortales, de hecho las instituciones religiosas -fundamentalmente nuestras iglesias- nos hacen formar parte de la asociación más importante y organizada de pecadores del mundo occidental que busca su redención en el mensaje y la obra  de Cristo. La tentación del poder siempre se encontrará  al acecho en nuestras congregaciones.
Los cristianos no somos ni podemos ser una masa uniforme de autómatas, absolutamente colectivizada.  La metáfora bíblica del pastor con su rebaño debe entenderse como tierna diligencia del cuidador con su grey,  como  mano amorosa de Dios con sus hijas e hijos, y no como sombra impositiva, autoritaria y castigadora. De otra forma no seríamos individuos, de otra manera no pudiéramos tener una relación personal con Dios ni fuéramos la diversidad que somos.
La fe de Cristo no tuvo la intención -y no creo que deba tenerla ahora- de detentar el poder politico, ni de manera indirecta o velada.  Pudo haber sido frustrante ello para los “guerrilleros” judeo-mesiánicos que enfrentaron con métodos radicales al imperio romano, al constatar que otro enfoque, el cristiano, estuviera desligado de la onerosa lucha de liberación respecto de los césares. Ciertamente esta extrañeza tuvo sentido.  En dicha época, periodo de la esclavitud antigua, la política y la religión no se habían diferenciado; la fe y el credo  religioso eran la ideología tanto del oprimido como del opresor.
La teología de Jesús novedosamente se ocupó del alma y del mandamiento de amor para trascender las ingratitudes de nuestra corta estancia en la Tierra.  Al aspirar el cristianismo ser una confesión de fe para todas almas, nace como una prédica de universalidad redentora, es decir, el cristianismo de Jesús está dirigido a cada ser humano en particular, renunciando de antemano a todo poder político en los asuntos públicos. ”Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, es la lapidaria sentencia de Jesús para partir en dos el conocimiento entre lo temporal y lo eterno.
La política se confina a dilucidar el “problema del poder”, desde el único lugar desde donde puede hacerlo: desde las coordenadas de la historia, desde lo finito o lo efímero. La iglesia ha pasado prácticamente su existencia en el lado equivocado de la historia, siendo ella misma poder político con las funestas consecuencias que llevaron a sus instituciones hasta practicar el genocidio.  Las instituciones religiosas deben abandonar cualquier tentación para acariciar los poderes públicos.
No es que el cristiano no pueda opinar de política, ni que se inspire en sus convicciones para tomar una decisión política. Claro que está en su derecho hacerlo. El asunto es Fabricio no es un cristiano cualquiera; es un pastor dirigente nacional de la Alianza Evangélica de nuestro país, un hombre que tiene mucho poder e influencia sobre muchas personas que en él confían como promotor de la palabra de Dios. El es una  alta autoridad religiosa que tiene un prestigio moral entre sus seguidores, sobre el cual se levanta su influencia política. Fabricio ha establecido una relación impropia de autoridad como la relación impropia que puede establecer un profesor con un estudiante; como la relación impropia que podría establecer el Arzobispo de San José con sus feligreses si decidiera ser candidato a la presidencia de la república.
Yo no objeto que Fabricio proponga como ciudadano una agenda electoral conservadora, lo que recuso es el uso de su autoridad clerical para llevar al poder de lo público un dietario de su particular sabor cristiano. Conviene que las instituciones religiosas y del estado convivan en paz y completamente separadas  unas de otras. Este entendimiento protege la libertad de quienes creemos, la libertad de los que no creen y, sobre todo, es un ingrediente esencial para la paz. Por eso mismo, concluyo que el propio engendro del partido Restauración Nacional está viciado por nunca haber considerado la trascendencia histórica de separar lo religioso y lo político en la elección de nuestras autoridades civiles. La laicidad no es un capricho o una extravagancia; la laicidad es un concepto que se fue labrando a raíz de  las infames guerras religiosas. La democracia le puso un freno a la intromisión del clero en los asuntos públicos y se instauró con ello una política secular de estado, piedra de la democracia occidental.
Hoy en día las instituciones religiosas no pueden ni deben funcionar al margen de la democracia.  Nos guste o no el estado debe representar en buena teoría  a todos los ciudadanos por igual, con independencia de credos y no credos.  El estado no debe ser el nido de una buena o mala teología. Es que el estado no debe confesar otra cosa que la democracia y su adhesión a  los principios republicanos del liberalismo político.
Yo le pido a Dios por una contienda electoral que transcurra en paz, para que la misma sea transparente y justa. Nunca le pediría a Dios sus buenos oficios para que gane el candidato de mis simpatías, pues Dios no es una máquina vendedora de dulces. Pero sí le puedo solicitar sabiduría para entender, conforme a mis límites, lo conveniente o lo inconveniente en un proceso político. Con todo respeto, de cristiano a cristiano, debo decirle a Fabricio que me parece inconveniente para el país su candidatura presidencial, porque es una que invita a la fragmentación de nuestra sociedad, a ahondar heridas ya abiertas; porque la suya es una aspiración que hiere el sentido republicano de la democracia. No digo todo esto enojado ni mucho menos, pues estas palabras son el fruto de una mente serena y hasta callada; lo digo porque es mi deber como ciudadano de una república democrática alertar a mis compatriotas sobre el peligro de mezclar política y religión.
(*) Allen Pérez es Abogado