jueves, 8 de febrero de 2018

EL MUNDO DE LAS PALABRAS POLITICAS

En el universo reinan la gravedad y el perenne movimiento. Todo cambia, todo se transforma. Nunca nada en el espacio deja de moverse ni el silencio puede ser total. Estas son dos premisas, fundamentales, a mi juicio, que explican la irrupción de Dios en el texto humano y en su devenir.
La palabra humana no se encuentra exenta de la efervescente y hasta de la caótica realidad que nace de la materia física y cuyo coro nos canta protones, electrones, neutrones, quarks y leptones.
El estudio científico de la materialidad física es intrínseco al conocimiento filosófico que siempre busca encontrarse con la “realidad” y con la tormenta de sus significantes y significados. El mundo de las palabras no escapa a tanta vorágine.
Los vocablos “izquierda” y “derecha” tanto como la de “centro” se han vaciado de contenido, han devenido en conceptos vacíos. “Izquierda” es una palabra que uso para denotar a lo sumo una sensibilidad por la justicia social pero, sobre todo, para subrayar una adherencia a los principios republicanos y democráticos debatidos en el siglo XVIII entre los jacobinos, girondinos y los del Llano, ya en el marco de la Revolución Francesa.
Aparte de lo dicho, los vocablos en cuestión no tienen otro valor más que el indicado. Esta vacuidad conceptual es columna de la Torre de Babel, de malos entendidos y de confusiones rocambolescas.
El mundo de las palabras es un campo minado. Así las nociones de “izquierda” y “derecha” son rudimentos de poco valor científico, difíciles de tomar en serio para explicar la realidad.
Las autopsias semánticas se encuentran llenas de porfías verbales. El estudio forense de las palabras nos confirma que la vida fluye y que ella se transforma de manera incesante, en una perpetua dialéctica inspirada y nacida del mundo físico material. El oleaje de todas palabras yace en el infinito mar de la vida y la muerte.

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