jueves, 8 de marzo de 2018

EL social-cristiano Rodolfo Piza apoya a Carlos Alvarado

En el fondo, lo que generalmente más aflige al ser humano no es otro asunto que el de la pobreza. Cuando no hay un techo seguro, cuando en una familia el alimento escasea y cuando la esperanza se convierte en amargura, no otra cosa vive el pobre que su desventura. Y en nuestra patria hay mucho de ello y demasiada pesadumbre, pues aparejada a la pobreza crece un ánimo de desesperanza multiplicado por mucho, sobre todo, en las zonas costeras de nuestra geografía y en las míseras barriadas de la ciudad.
Una democracia que se precie de ser social, siempre tendrá ella como consigna fundamental la aspiración del pueblo a la movilidad social. No hay duda que la mayor presea que un programa político le puede ofrecer a un pueblo no es otra  más que la aspiracion a la movilidad social. Ello le demanda al político un plan, un modelo de economía que no será mágico sino progresivo. Pero la esperanza tiene que estar ahí de manera muy manifiesta y explícita, traducida también en el lenguaje vernáculo de las masas. Hablar como pueblo, entender el alma del pueblo y mirar como pueblo, son requisitos indispensables para ganarse la confianza de los que menos tienen. Estas virtudes las tiene en su corazón el joven candidato del progreso.
Quienes han tratado a Carlos Alvarado, incluidos adversarios políticos, coinciden que en él se conjuga humildad y paciencia. Un campesino nicoyano advirtió la sencillez con la que conversa “porque puede hablar de todo y salir con cada cosa chistosa y seria que da gusto tomarse un cafecito con él.” Pero detrás del humor sincero, el hombre del campo delata en los surcos de su frente morena y tostada, una sonrisa socarrona a medio ir y a medio venir. “No crea don, cuando los políticos y politiquillos se dejan caer uno les sonsaca sin que se den cuenta y así uno se va formando una idea de como manchar el dedo.” (sic) Y no es para menos. Ya no son pocas las décadas de abandono con las que el neoliberalismo ha castigado a las familias trabajadoras del campo, a los pescadores artesanales de las costas y a los obreros de la ciudad. Carlos Alvarado lo sabe.
El candidato presidencial del partido Acción Ciudadana (PAC), es un joven dinámico que se levanta temprano y que a veces tiene que tragarse el pinto y el café para atender los compromisos con su pueblo. Alvarado no es ajeno a la malicia indígena de nuestra humilde gente; más bien  la respeta y mucho. Su vínculo con los más pobres no es nuevo.
Cuando fue Ministro de Desarrollo Humano e Inclusión social y Presidente Ejecutivo del Instituto Mixto de Ayuda Social, tuvo un destacado papel en los planes gubernamentales de lucha contra la pobreza. Luego fue nombrado Ministro de Trabajo por el presidente Solís. Entre sus logros destaca el haber propiciado los Mapas Sociales que permiten una mayor precisión para identificar y atender a las personas más pobres del país. En consonancia con lo dicho, Alvarado fue el artífice de la Estrategia Nacional de Reducción de la Pobreza (Puente al Desarrollo), que cubre a casi 55 mil familias que viven en pobreza extrema.
Carlos Alvarado es cristiano, profesa la fe católica romana, confesión marcadamente mayoritaria en Costa Rica y que comparte con su carismática esposa, la arquitecta Claudia Dobles Camargo y con el pequeño Gabriel Alvarado Dobles. “No hay duda, de verdad, ellos son una linda familia”, me contó una persona que los ha tratado.  
En una elección presidencial marcada por la irrupción del fundamentalismo religioso en la persona de su contendor, Carlos Alvarado ha dado la tónica de profesar un cristianismo muy personal y nacido de las mejores tradiciones judeo-cristianas, propias de la civilización occidental, es decir, directamente vinculadas a los ideales de libertad y democracia, de igualdad y fraternidad.
Quizá no habría mejor ejemplo de lo anterior que el apoyo dado por el Dr. Rodolfo Piza Rocafort, líder de los social-cristianos nacionales, a la candidatura del joven y batallador Carlos Alvarado. Vale recordar que el social-cristianismo costarricense tiene una amplia trayectoria a la que le debemos las grandes conquistas sociales iniciadas en la década de los 40. Sin la visión preclara del Dr. Calderón Guardia, habría sido poco probable haber hecho realidad la CCSS y el Código de Trabajo.
La inspiración cristiana del calderonismo de entonces y la cristiana que hoy enarbola el Dr. Rodolfo Piza, no fue ni es hoy una cruzada religiosa para apropiarse del poder del Estado. El cristianismo social es un gran esfuerzo humanista y sincero, sin cálculos egoístas, que se inspira en la doctrina social de la iglesia católica romana que tanto bien ha hecho a Costa Rica y que grandemente encuentra raíces ticas en el ideario del general Jorge Volio y su partido Reformista.
El cristianismo social tiene un trasfondo ético universal que supera todo sectarismo y que en nuestro tiempo le impide a la propia iglesia ser gobierno y que considera inconveniente hacer proselitismo electoral desde el púlpito. Precisamente es en este terreno, en el de la justicia social y los derechos humanos, donde la social-democracia y el social-cristianismo se dan la mano, porque por mucho es más lo que los une que cualquier otra diferencia.
Algunos analistas políticos dieron en el blanco: Carlos necesitó y necesita ahora multiplicar su mensaje en el propio alfabeto de los más pobres, ahí donde su rival logró -sin proponérselo nunca- calar en el sentimiento protesta.  En el fondo, es una sublevación en contra de 30 años de neoliberalismo y que paradójicamente encuentra en Liberación Nacional, a su más ortodoxo exponente. He dicho que es una paradoja porque el liberacionismo neoliberal se ha plegado al fabricismo y, peor aún, se ha adueñado de su discurso, a contrapelo de los intereses de un pueblo ilusionado con la quimera del fabricismo.  El discurso social-demócrata del viejo liberacionismo va a expresar un apoyo, como ya lo ha hecho, al proyecto político de Carlos Alvarado. Enrique Obregón Valverde y Leonardo Garnier Rímolo son liberacionistas que han justificado sobradamente el apoyo al joven candidato.
A mi juicio, Carlos debe llevar el mensaje masivamente a los territorios costeros y a las cordones obreros del universo urbano. El PAC ha despertado a la realidad de que su mundo no debe circunscribirse a Montes de Oca o al Valle Central y que necesita extender sus brazos ahí donde históricamente nunca ha sido fuerte, es decir, en las tierras donde campea la pobreza y el abandono, ahí donde las demandas son otras distintas de las aspiraciones legítimas de los estratos acomodados, medios e intelectuales.
Si todo lo anterior que he dicho se entiende, todo lo demás es músculo y pericia. Toca al PAC “invadir” dichas tierras y establecer una conversación honesta y diligente con sus moradores. Debe hacerlo ya, el tiempo apremia y debe ser contundente. Le toca a Carlos Alvarado no solamente convencer al país en general del programa PAC, sino que también debe de asumir personalmente el liderazgo de las propias fuerzas del PAC en su marcha hacia tierras donde es minoría. Este es el gran desafío y resolverlo bien resultará en una extraordinaria victoria.
El gran empujón social-cristiano que don Rodolfo Piza le ha suministrado a la campaña de Carlos Alvarado, es de gran importancia estratégica e indica claramente que el logro de acuerdos patrióticos para el bien del país es posible. No solamente es exitoso que ambos líderes llegaran a un convenio pero igual de importante es la manera en como lo lograron. Ello se puede sintetizar con aquella famosa frase que dice “despacio porque tengo prisa”. No sería nada extraño que Piza le sume a Carlos los votos necesarios para triunfar. Así será.

http://www.elpais.cr/2018/03/08/el-socialcristiano-rodolfo-piza-apoya-a-carlos-alvarado/

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